El Día Mundial de la Obesidad es una jornada de acción unificada que reclama una respuesta cohesionada e intersectorial a la crisis de la obesidad. Este año el lema propuesto por la Federación Mundial de la Obesidad es “cambiar la perspectiva”. Se busca aumentar la concienciación tratando a la obesidad como una enfermedad; fomentar la promoción, cambiando la forma en que se aborda la obesidad en toda la sociedad; mejorar las políticas, creando un ambiente saludable y seguro que priorice la obesidad como un problema de salud, y compartir experiencias para trabajar hacia un objetivo común. En este sentido, se están creando plataformas, a través del lema “Juntos, más fuertes” para compartir vivencias, inspirando y uniendo a la comunidad.
¿Por qué es necesario hablar de obesidad? El número de personas que padecen sobrepeso y obesidad, alarma y nos interpela, como profesionales, como investigadores, como ciudadanos. En Argentina los datos publicados en la 4ta Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR 2019)[i] muestran una prevalencia de Obesidad del 25,3%, resultando en un incremento del 73,3% respecto del 2005[ii].
La obesidad es una enfermedad causada por una variedad de factores: la biología, la salud mental, el riesgo genético, el entorno, el acceso a la salud y el acceso a alimentos ultraprocesados.
El conocimiento de las causas y la identificación de las situaciones gatillo nos permiten diagramar acciones más adecuadas y efectivas. Las experiencias tempranas -desde el período prenatal hasta la edad adulta-, y acontecimientos como un embarazo, una enfermedad, etc., pueden contribuir al aumento de peso. Es por ello que es necesario identificar situaciones de riesgo y trabajar en la prevención.
La prevención de la obesidad debe ser planteada como un objetivo de salud, desde la atención primaria hasta la terciaria, y de lo individual a las decisiones a nivel poblacional. La mayoría de las iniciativas de salud pública se han centrado en la nutrición y la actividad física, sin buenos resultados. Deben contemplarse otros factores modificables, tales como las alteraciones del sueño, el estrés, el uso de algunos medicamentos que favorecen la ganancia de peso, las alteraciones de la microbiota intestinal, la suspensión del tabaquismo y enfermedades crónicas, que pueden favorecer el desarrollo de la obesidad.
La obesidad es mucho más que una cuestión de peso y fuerza de voluntad. La narrativa de la salud pública tiene que cambiarse y debe alinearse al conocimiento científico y clínico actual como una enfermedad crónica. Y desde las universidades formar profesionales con una mirada íntegra sin estigma sobre el cuerpo.
Es necesario desarrollar estrategias integrales que impacten en la vida cotidiana de las personas y fomenten la mirada hacia ésta como un problema social para evitar una mayor estigmatización. El estigma y la discriminación tiene un impacto por sí mismo que favorece la desigualdad en salud, son los factores sociales que influyen negativamente en la salud de la población y perpetúan esta condición.
Por otro lado, es necesario evitar la preocupación excesiva por el peso por ser un indicador poco confiable del estado de salud. Pesarse es una conducta que puede considerarse dañina si la persona no tiene una comprensión integral sobre cómo se compone ese peso. Al estar en una sociedad que venera la delgadez, que favorece los ciclos de dietas y que estigmatiza el sobrepeso y la obesidad, buscar una forma de bajar de peso también puede seguir patrones ilusorios y sesgados.
Es importante generar conciencia de la dinámica personal de salud y de los factores individuales que afectan el estado corporal para favorecer la pérdida o mantenimiento del peso, acorde a un criterio de realidad para cada persona que sea saludable y seguro.
Por Lic. María Laura Oliva
Docente Licenciatura en Nutrición de la Facultad de Ciencias Biomédicas, Universidad Austral.
Fuente: Prensa Universidad Austral