La directora de ARSAT habló con TSS sobre las brechas de género que existen en el ámbito tecnológico y la creación del Centro G+T, una iniciativa que busca promover la inserción y formación de mujeres y disidencias en el sector. También se refirió a la importancia de desarrollar la industria satelital en la Argentina.
Anabel Cisneros es la primera mujer en integrar el directorio de ARSAT, la empresa estatal de soluciones satelitales con sede en la localidad bonaerense de Benavídez. Es ingeniera en Telecomunicaciones egresada de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) y fue designada directora el año pasado, junto con Facundo Leal y Marcelo Tesoro, mientras que Pablo Tognetti y Guillermo Rus ocupan los cargos de presidente y vicepresidente, respectivamente.Además, la ingeniera también forma parte del directorio de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE).
La semana pasada, la Secretaría de Innovación Pública de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación, ARSAT y diversas empresas TIC crearon el Centro de Géneros en Tecnología (Centro G+T), que tiene como objetivo realizar acciones para acortar la brecha de género en el sector. El lanzamiento se hizo en la Casa Rosada y contó con la presencia de funcionarias y funcionarios de diversas carteras. También participaron, a través de videoconferencia, representantes de las empresas que forman parte de esta alianza público-privada, entre ellas Amazon Web Service, Claro, Facebook, Globant, Google, Microsoft, Nokia, Telecom, Telefónica y Huawei.
TSS habló con Cisneros sobre los detalles de la iniciativa y las desigualdades de género que existen en el ámbito tecnológico.
¿Cómo surgió la idea de lanzar el Centro de Géneros en Tecnología?
Surgió porque desde el año pasado veníamos llevando a cabo acciones a través del Programa de Género y Tecnología, algunas hacia dentro de la empresa y otras hacia afuera. Ahí nos planteamos tres ejes importantes: conocerse, inspirar y actuar. Lo que hicimos un poco fue trasladar al centro esos ejes. Además, el centro está inspirado en otras iniciativas que nos fueron acercando empresas del sector TIC. Por eso, se trata de una alianza público-privada que busca tomar los mejores programas que ya vienen trabajando esas empresas en cuestión de género y darle una orientación desde la política pública junto con los otros organismos del Estado nacional que participan de la mesa del centro
¿En qué consiste la iniciativa y a quiénes está dirigida?
Por ahora, el centro no tiene una sede física porque estamos trabajando en la virtualidad, así que avanzamos a partir de iniciativas puntuales. El anuncio que hicimos la semana pasada lo vamos a operativizar con una primera reunión el 22 de abril, donde vamos a participar todas las empresas para armar un cronograma de iniciativas para este año. Las acciones están enfocadas principalmente en mujeres y géneros no binarios que quieren formar parte del sector STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemática, por sus siglas en inglés). El centro apunta, en primer lugar, a la primera infancia, mediante la creación de vocaciones a partir de dar a conocer distintos aspectos del sector de la ciencia y la tecnología, porque estamos convencidos de que nadie va a querer ser lo que no conoce. Esta parte tiene que ver, por ejemplo, con visibilizar nuevos referentes del sector para generar inspiración en niñas y jóvenes. Después tenemos acciones orientadas a la formación de mujeres que pertenecen al sector educativo de las TIC, tanto profesoras como alumnas de distintas universidades del país. Finalmente, también pensamos tareas de acompañamiento y mentoreo para profesionales que ya están insertas en el sector y cuyo desarrollo profesional queremos acompañar para que puedan alcanzar roles de liderazgo.
¿De qué forma participan las empresas?
Tienen distintas formas de participación porque la premisa con la cual nace el centro es que todas las empresas que tengan sus propios programas enfocados en género y diversidad puedan aportar los recursos que ya tienen. Algunas van a aportar capacitaciones, becas y certificaciones, y otras cursos más informales, por ejemplo, pensando en la inserción de jóvenes en el ámbito de los lenguajes de programación. A su vez, los temas son muy variados, como puede ser conocimiento sobre data mining, el espectro electromagnético, uso de redes sociales o inteligencia artificial. Está segmentado para que cada empresa que forma parte de esta primera alianza y las que quieran sumarse encuentren un lugar donde son líderes y puedan aportar desde sus organizaciones los recursos que tengan a disposición.
¿Cuál es la situación actual de las mujeres en tecnología?
Dentro del sector STEM, cada área tiene sus propios números. Por ejemplo, desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad se relevó que solo el 19,5% de quienes estudian carreras de ingeniería son mujeres. El porcentaje varía según el tipo de ingeniería, pero en general, suele rondar entre el 20 y el 30%. Otro de los objetivos que tiene el centro es poder producir sus propias estadísticas y ampliar las que ya existen, desagregando la información por provincias. La idea es tener una base de datos unificada que nos sirva paraseguir elaborando acciones concretas.
Hace poco salió un informe donde se relevaba que para las mujeres no solo es más difícil ingresar al ámbito de la tecnología sino también permanecer en él y, por supuesto, también ascender a puestos jerárquicos (el famoso techo de cristal).
Sí, es así. A medida que vas avanzando en las carreras STEM, te vas encontrando con distintas barreras. La primera es el ingreso. Después, recibirte, porque muchas veces coincide en la mujer con la planificación familiar que puede tener. Si venciste esas barreras, aparece una tercera que es ingresar al mundo laboral. Finalmente, aparecen los obstáculos de lograr la permanencia en el sector y, sobre todo, para acceder a posiciones de liderazgo y toma de decisiones. Esto es algo que hay que trabajar mucho en la idiosincrasia de cada compañía y comprende una serie de factores que es necesario trabajar tanto a nivel público como privado.
¿Cuáles le parece que son las formas de desigualdad de género que más cuesta modificar en el ámbito tecnológico?
No sé si hay un factor que sea más complejo que el resto. Es un problema que viene desde la sociedad en general, a través de cosas muy básicas como los juegos infantiles en los cuales se hace la primera división entre juegos para nenas y para varones. A partir de ahí, se hace una especie de bola de nieve que va aumentando de tamaño. Por eso creo que es importante hacer un trabajo entre diversos sectores de la población. El Ministerio de Mujeres hace un trabajo fuerte en tratar de derribar algunas barreras vinculadas a cuestiones culturales que están muy arraigadas, como la diferencia en la carga de las tareas de cuidado. Pero es un problema transversal que involucra también a la educación, a las familias, y por eso hay que trabajarlo desde muchos sectores. En el mundo laboral, hay acciones puntuales que me parecen positivas, como el hecho de que las organizaciones tengan protocolos para contener y erradicar violencias de género, que haya condiciones igualitarias para el ingreso y para reducir la brecha salarial. Después hay otras cuestiones, como el de las licencias por maternidad y paternidad, que muestran una clara brecha porque al no haber condiciones igualitarias termina siendo una barrera para las mujeres que quieren ser madres, por lo que aún queda bastante trabajo por hacer.
Más allá de la cuestión de equidad de género, ¿por qué es importante que haya más mujeres y disidencias en el ámbito de la programación?
El mundo de la programación es bastante particular. Lo primero que hay que derribar es el mito de que los lenguajes de programación están focalizados en varones. Hay sectores productivos que demandan recursos de la programación que no tienen que ver solo con recursos masculinos sino también femeninos, porque está comprobado que en la diversidad de los lenguajes de programación las soluciones son más enriquecedoras. También es bueno remarcar que se trata de un sector que tiene más demanda que oferta, por lo cual representa una buena salida laboral. Además, es importante que las mujeres podamos consumir programas y apps que estén diseñados desde la perspectiva de mujeres. Tenemos que dejar de ser solo usuarias para ser creadoras de tecnología.
¿Qué la motivó a estudiar la Ingeniería en Telecomunicaciones?
Fue un poco por casualidad, porque no vengo de una familia que se haya volcado hacia esas carreras. Por eso, creo que es clave que haya más motivación desde la enseñanza media. Yo fui a un bachiller común, con orientación más hacia lo mercantil, donde no se enseñaban cuestiones técnicas. Si las chicas de mi generación hubiéramos tenido más información sobre las carreras tecnológicas, quizás no hubiera sido la única mujer en mi curso. Así que llegué a la Facultad de Ingeniería de la UNRC más bien por curiosidad y ahí me topé con personas que me transmitieron el desafío que significaba la carrera, que era nueva en aquel momento. Me resultó atractiva la propuesta pero me costó muchísimo los primeros años porque no tenía formación de base desde la escuela. Ya la segunda parte de la carrera me costó menos. Por eso es importante que los colegios que no son técnicos refuercen un poco los contenidos sobre ciencia y tecnología.
¿Cómo fue su propia experiencia en cuanto a la desigualdad de género?
No me tocó pasar por muchas situaciones de discriminación, aunque también pienso que, si las pasé, las tenía tan naturalizadas que no me di cuenta. Sí siempre noté que había que trabajar más la inserción de mujeres en el ámbito porque en los diferentes equipos de trabajo que estuve, la gran mayoría siempre eran varones. Eso lleva a que las mujeres que estamos en esta área muchas veces nos tengamos que adaptar, casi sin darnos cuenta, a cosas típicas de un ámbito laboral masculinizado para no ser objeto de chistes o tratar de esquivar barreras. Y siento que me acostumbré. Si hoy pienso en situaciones que tuve, me es difícil nombrarlas, no porque no las haya pasado, sino porque las tenía tan incorporadas que me costaba percibirlas. Creo que las generaciones más jóvenes tienen una buena oportunidad de cambiar esto y ser más igualitarias en el trato porque tienen más acceso a la educación con perspectiva de género que la que tuvo mi generación.
¿En qué proyectos trabajan actualmente en ARSAT?
El año pasado, el presidente Alberto Fernández anunció el Plan Conectar 2020-2023. En esta iniciativa, ARSAT tiene un rol técnico muy importante, donde lleva a cabo distintas acciones. Una tiene que ver con el resguardo y la seguridad de los datos de los argentinos. Se está trabajando en plataformas para el almacenamiento de datos con el Estado nacional, haciendo uso de las facilidades que brinda el Centro Nacional de Datos que tiene ARSAT. También se está trabajando en la puesta en valor de las principales estaciones de la Televisión Digital Abierta (TDA). Esto es muy importante para achicar los tiempos del apagón analógico, ya que todavía hay muchas estaciones que transmiten en forma analógica y la idea es lograr un encendido 100% digital. Otro proyecto importante es la construcción del próximo satélite geoestacionario. El Arsat SG1 es el primero de la nueva generación de satélites, que se planea lanzar para 2023-2024. Mientras, estamos buscando alternativas de satélites intermedios hasta que esté listo, para poder cubrir la demanda que hoy existe y que va a seguir creciendo, sobre todo con la demanda actual de educación virtual. La última rama del plan tiene que ver con la Red Federal de Fibra Óptica. La Jefatura de Gabinete está teniendo reuniones periódicas con las provincias para relevar el estado y hacer convenios para el crecimiento y el uso de la Red.
¿Por qué es importante apostar al desarrollo de la industria satelital nacional?
Es importante que el Estado siga apostando fuerte al desarrollo de la industria satelital porque un país con geografía tan diversa como el nuestro nunca va a poder estar 100% conectado por vía terrestre. La conectividad satelital es ideal para los lugares de difícil acceso. Además, el desarrollo satelital para un país como la Argentina, que ya tiene dos satélites en órbita, producción nacional y ensamblado de componentes, significavtener cada vez más soberanía tecnológica. Por otro lado, el desarrollo de la industria satelital trae ingreso de divisas, porque la venta de capacidades a otros países se hace en dólares, así que es un buen aporte a la balanza comercial nacional. Finalmente, la industria satelital es transversal y tiene la capacidad de mejorar la actividad productiva del país en diversas ramas, así como fomentar el crecimiento de nuestra comunidad científico-tecnológica. Las y los ingenieros que estudiamos estas carreras no nos queremos ir del país a ejercer la profesión. Tener la oportunidad de trabajar en proyectos satelitales en nuestro país es una gran oportunidad.
Fuente: Agencia TSS – Por Nadia Luna