La presidente derrocada en 2016 habla sobre por qué las elecciones deben ser un reencuentro democrático, qué se dijeron con Lula antes que fuera preso, cómo fue construyéndose el golpe y qué originó que las élites sólo imaginen formas violentas de control social
Dilma Rousseff se pone seria cuando se le pregunta si confía en el pueblo brasileño. “Enteramente”, dice. Y explica: “El pueblo brasileño es la única fuerza que impide y puede impedir catástrofes mayores. Por eso ellos no los quieren dejar votar. Porque no votarán por ellos. Ése es el problema”.
En el diálogo que mantuvo en Buenos Aires en la mañana del 1° de mayo, cuando participó de todos los actos por la libertad de Lula organizados por a, la Umet, Clacso, la Editorial Octubre y la Confederación General del Trabajo, la presidenta derrocada por el golpe en 2016 incluso contó qué pasó el sábado 7 de abril antes de que Lula aceptara ir preso y se despidiera de todos los que estaban en el Sindicato de los Metalúrgicos del ABC, en San Bernardo do Campo.
–Fue muy doloroso -relató Dilma-. En el Palacio del Planalto, el presidente Lula lloraba tanto que debió irse a llorar atrás. Me abrazó llorando. Le dije: “No llore, presidente”. Me preguntó por qué. “Porque yo no lloré”, le dije. Cuando lo abracé, al final, en San Bernardo do Campo antes de que fuera a la prisión, lloré yo. Y entonces él me dijo: “No llores”. Lula tiene una gran fuerza interior. Y quien está a su lado debe ser aún más fuerte. Cuando yo me sentí frágil recibí de él mucha firmeza.
–La verdad es que uno ve con bastante preocupación el presente de Brasil y el de América Latina. Al momento de iniciar el segundo mandato, el 1° de enero de 2015, ¿era imaginable una descomposición tan profunda de Brasil?
–Fue una elección extremamente radicalizada, con posiciones muy aguerridas, pero también con mucho rencor por parte de nuestros adversarios. Luego, después de mi elección en segunda vuelta, nosotros empezamos a percibir que estaba habiendo una especie de tercer turno: ellos cuestionaban los resultados y pedían recuento de votos aunque los números no cambiaban y yo seguía siendo la ganadora. Después vendría el pedido de juicio político. Fui electa en noviembre y ellos hicieron el pedido de impeachment en marzo. Un presidente brasileño puede sufrir un proceso de impeachment por delitos cometidos durante su mandato. Pero en tan poco tiempo no tenían tiempo de identificar una irregularidad y así se formó el huevo de la serpiente que llevó al juicio político. Hoy no existe ninguna persona que conozca ese proceso y considere que había algún margen para el impeachment. Después de ese primer acto vinieron el golpe y el programa del gobierno actual: reformas neoliberales con pérdida de derechos y un gran retroceso sobre cuestiones fundamentales para el crecimiento económico de Brasil. Sin embargo, todavía no consiguieron aprobar la reforma previsional en el Congreso. Y además no nos derrotaron. Ellos querían destruir al PT, a mí y al presidente Lula. ¿Y cuál fue el resultado? Que después de toda la persecución queda claro no solo que Lula es inocente sino que va primero en las encuestas. El PT es el partido que, como tal, tiene el mayor apoyo popular: el 20 por ciento contra el 1 o el cinco por ciento de los otros partidos.
–¿Y hasta dónde se supone que debe derrumbarse Brasil para que pueda resurgir?
–Ellos no tuvieron el menor criterio ni la menor ética. Nosotros, en cambio, afrontamos la crisis del 2008. Sabíamos que en algún momento nos iba a afectar a nosotros, a los países emergentes. Porque no fuimos nosotros los causantes de la crisis de 2008. Cuando llegaron los efectos, ellos dijeron que había una crisis política. Y empezaron a repetir: “El país no tienen ningún problema, la sacamos a Dilma y solucionamos todo”. ¿Y cuáles son los últimos datos de Brasil? Hoy el país sufre la mayor tasa de desempleo en la historia brasileña. Más de tres millones de personas. Un desempleo de más del 13 por ciento. A la inversa, la menor inversión pública de los últimos 50 años. Y no sólo eso: el mayor déficit público fue en marzo de 2018. Están llevando a Brasil al límite. Están desmontando no sólo al país desde el punto de vista social, cuando reducen todos los programas sociales, más allá de algunas maniobras demagógicas. Están destruyendo las universidades. Las están dejando sin recursos por culpa de la política fiscal absurda que desarrollan. Y decían que Brasil estaba en quiebra… Un país solamente está en quiebra cuando no tiene cómo pagar a sus acreedores. Brasil no está en quiebra. Tiene 380 mil millones de dólares de reservas y su deuda no es en dólares sino en reales. No tiene deuda externa significativa. Es más: nosotros éramos, somos y, si ellos no hacen nada equivocado, seremos acreedores internacionales. No era difícil salir de la crisis. Sólo que ellos subestimaron la crisis económica, definieron esa crisis como política y ahora esa crisis política no tiene fin. No tendremos solución si no logramos un reencuentro con nosotros mismos.
–¿Cómo es ese reencuentro?
–Ese reencuentro son las elecciones. Caso contrario, si intentamos pactos por arriba, negociados sin la participación de la sociedad, no habrá reencuentro. La legitimidad tiene que ser dada por las urnas. Y por un acuerdo en reconocer al vencedor. Así se interrumpirá este ciclo golpista que se inició cuando mi adversario resolvió que no había perdido las elecciones y recurrir al impeachment para llegar adonde no había podido llegar con los votos. Si hoy no eliminamos del pacto político brasileño esa tentación golpista, no conseguiremos la transición política necesaria para que Brasil se pueda reencontrar.
–Pero hoy el que tiene la capacidad y el liderazgo para iniciar esa recuperación de la democracia es Lula, condenado ya a doce años y medio y sometido al riesgo de la proscripción.
–Sin duda. Esa es la cuestión más seria de Brasil, porque Lula es inocente. No es que lo condenaron sin pruebas, sino que lo condenaron y él es inocente. El departamento que ellos usan para acusarlo de haber recibido los beneficios de la corrupción por parte de una empresa, no es de él. El departamento fue dado en garantía por la empresa en cuestión, OAS, que no pagó al banco y una jueza lo hipotecó. Es decir, el departamento no existía. Y cuando uno se pregunta qué tipo de acto hizo el presidente Lula hizo para recibir semejante beneficio, el juez responde: “Un acto indeterminado”. No creo que en ningún país civilizado del mundo se condene a alguien por un acto indeterminado. Entonces, la tipificación es la siguiente: Lula es inocente, y por tanto se trata de una persecución política y lo pusieron en prisión para impedir que participe de las próximas elecciones. Porque saben que el objetivo político del golpe es eliminar del PT de la faz de la tierra. Y no sólo no eliminaron el PT, sino que somos hoy en día el partido con más aceptación a los ojos de la población. Lula, en todas las encuestas, desde el principio del 2017 es el candidato preferido del electorado. Crece cada vez más, aunque haya ido a prisión. Ellos de entrada apuestan a la destrucción de Lula, porque los partidos conservadores de derecha están destruidos. Pero el partido conservador más fuerte hoy es el partido de los medios. El partido de cinco grupos oligopólicos de Brasil. La dirección de ese partido es la Red Globo de televisión.
Fuente: Página 12 – Por Nicolás Trotta