Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral y el CONICET trabajan en el mejoramiento genético de semillas de cannabis. Buscan conformar un banco de datos de uso público y adaptar el cultivo al suelo y clima del cordón hortícola santafesino para facilitar la producción local.
Luego de una larga lucha impulsada por organizaciones sociales, en mayo de este año se promulgó la Ley de Cannabis Medicinal y Cáñamo Industrial (27.669), que establece un marco regulatorio para la investigación científica y el desarrollo productivo de la planta y sus derivados. A fines del 2020 se había aprobado una nueva reglamentación de la Ley 27.350 (uso medicinal del cannabis), que reparó algunas de sus limitaciones al autorizar el autocultivo de esta planta con fines medicinales y habilitó el Registro del Programa de Cannabis (REPROCANN) para cultivadores.
Además de mejorar el acceso a usuarios y familiares, estas nuevas regulaciones facilitan el desarrollo de investigaciones sobre cannabis, un eslabón fundamental para mejorar el uso medicinal de la planta y sentar las bases de una producción local. En este marco, investigadores del Instituto de Ciencias Agropecuarias del Litoral (ICIAGRO Litoral), perteneciente al CONICET y a la Universidad Nacional del Litoral (UNL), trabajan en el mejoramiento genético de semillas de cannabis medicinal para adaptar el cultivo al suelo y clima del cordón hortícola santafesino. También buscan generar un semillero de distintas variedades que funcione como un banco de datos de uso público.
“Es importante recalcar que todo lo que estamos haciendo los investigadores es gracias a la lucha que dieron los familiares de personas que usan cannabis medicinal, que lograron la aprobación de las leyes que tenemos hoy. Creo que esto hay que destacarlo siempre porque si no parece que ahora los investigadores descubrimos el cannabis, y en realidad es gracias a su lucha que hoy podemos hacer estos desarrollos para el país”, afirma en diálogo con TSS el doctor en Ciencias Agrarias Marcelo Zabala, investigador del CONICET en el ICIAGRO y director del proyecto.
Como parte del proyecto se busca generar un semillero de distintas variedades que funcione como un banco de datos de uso público. Foto: Juan Martín Alfieri-UNL.
La iniciativa surgió hace dos años, cuando la empresa santafesina Enersit se acercó al instituto y planteó el interés en encarar un proyecto para el mejoramiento genético del cannabis. El desafío fue tomado por dos grupos de investigación. Por un lado, el grupo Recursos Fitogenéticos Nativos (REFINA), liderado por Zabala, con experiencia en el mejoramiento de especies forrajeras; por otro, el grupo Producción y Protección Vegetal (PyPV), a cargo de Marcos Derita, que se dedica al estudio de extractos vegetales y venía trabajando con fitocannabinoides.
El proyecto fue aprobado recientemente por el Ministerio de Salud de la Nación. “Tenemos dos objetivos principales. Uno es evaluar diferentes materiales genéticos para ver como se adaptan al clima y suelo de la provincia de Santa Fe, en particular al cordón hortícola. El segundo es desarrollar materiales genéticos con diferentes contenidos de cannabinoides, de forma de tener una batería de genotipos que puedan servir para distintos usos medicinales”, indica Zabala.
De esta manera, se evaluarán distintas variedades de cannabis y se realizarán cruzamientos para mejorar su adaptación al cordón hortícola e ir conformando un banco de semillas de orden público para que pueda ser usado por cualquier grupo de investigación que lo necesite. Uno de los aspectos a evaluar será el contenido de cannabinoides de cada cultivo (en especial, del CBD), con el objetivo de seleccionar los materiales que contengan alto contenido de cannabinoides y mejor adaptación al suelo y clima local.
El cannabis medicinal es un buen ejemplo de cómo la investigación no siempre surge en el ámbito científico para luego transferirse a la sociedad, sino que a veces sucede a la inversa: comienza en la sociedad civil y luego se profundiza en la academia. Por eso, los investigadores no son los únicos actores que participan de este tipo de proyectos. “El CONICET Santa Fe organizó un grupo donde estamos involucrados investigadores, ONGs y empresas que relacionadas con cannabis, donde cada parte expone lo que hace y las necesidades que tiene, con la idea de empezar a interactuar más”, apunta Zabala.
Uno de los aspectos a evaluar será el contenido de cannabinoides de cada cultivo (en especial, del CBD), con el objetivo de seleccionar los materiales que contengan alto contenido de cannabinoides y mejor adaptación al suelo y clima local. Foto: UNL.
Además, los investigadores también trabajan en articulación con el Ministerio de Producción de la Provincia de Santa Fe, que posee un campo de cultivo experimental en la localidad de Monte Vera. Allí, realizarán los ensayos relacionados con la adaptación al cordón hortícola. “Es bueno que todos los actores puedan aprovechar los avances que se van obteniendo. Por eso, queremos que los desarrollos que realicemos no solo sirvan para generar semillas que se puedan comercializar, sino que también se puedan utilizar para realizar ensayos clínicos de distinto tipo”, remarca el ingeniero agrónomo.
Zabala también forma parte de la Red de Cannabis y sus Usos Medicinales (RACME) del CONICET, que nuclea a investigadores de todo el país que trabajan en la materia. La red nació en el 2020, impulsada y coordinada por la investigadora Silvia Kochen, y consta de comisiones de trabajo que se dedican a distintos aspectos: la producción, la reglamentación de la Ley 27.350, la investigación clínica, la investigación básica, el control de calidad y la comunicación para derribar los prejuicios instalados alrededor de la planta.
Actualmente, el equipo del ICIAGRO está iniciando los primeros cultivos y en octubre comenzará con los ensayos. Además de contar con el campo de cultivo experimental provisto por el Ministerio de Producción, se están terminando de construir en el instituto las cámaras de crecimiento donde van a poder realizar los cruzamientos y evaluar la descendencia que vayan obteniendo de cada uno. Están previstos dos ciclos de cultivo: uno irá desde octubre del 2022 hasta el otoño de 2023, y el otro será entre 2023 y 2024. La idea es que, para fines del año que viene, se obtengan datos robustos como para iniciar las inscripciones ante el Instituto Nacional de Semillas (INASE).
“El cannabis es uno de los pocos ejemplos que existen de una especie vegetal a partir de la cual se pueden obtener extractos para tratar múltiples enfermedades. Cada variedad representa un uso distinto y en otros países eso está más sistematizado. La idea es que en la Argentina podamos generar el germoplasma y desarrollar variedades que se adapten a nuestro suelo para que no tengamos que importarlas. Además, al estar el sector público involucrado, el objetivo es apuntar a que quien necesite acceder al medicamento generado en base a esta planta puedan hacerlo sin problemas”, finalizó Zabala.
Por Nadia Luna
Fuente: Agencia TSS