Romina Paredes acaba de egresar de la Escuela de Pesca con el título de “Conductor de Máquinas de Primera” y se transformó en la primera mujer en alcanzar ese nivel como egresada de la Escuela Nacional de Pesca. “Me gustan los barcos que vuelven pronto”, confesó.
En la nómina de los recientes egresados de la Escuela de Pesca sobresalió el nombre de Romina Paredes. Rosarina, 41 años, se transformó en la primera mujer en obtener el título de “Conductor de Máquinas de Primera” y en la primera mujer afiliada al sindicato de conductores navales.
“Llegué al agua siguiendo a mi hermano”, cuenta con la banquina de pescadores de fondo, acompañada por “Roger”, su mascota y de la que solo se separa cuando va al agua.
Cuesta encontrarnos porque todavía no tiene muy en claro las coordenadas portuarias, más allá de ser estos paisajes su lugar de trabajo en un par de semanas. “Fui a una escuela técnica que tenía convenio con la A.R.A y a partir de cuarto año teniendo todo aprobado podías empezar a rendir con la Armada”.
Terminó el secundario en 2001 y luego de un intento fallido por ser Profesora de Educación Física, en 2003 su hermano le pagó unos cursos en Buenos Aires para poder seguir estudiando y pudo obtener la libreta de embarco con el título de motorista naval al año siguiente.
“Cuando estaba estudiando no tenía idea lo que era trabajar a bordo de un barco”, dice Romina. Su primer embarque fue en un buque arenero en San Pedro. “Fue medio un fracaso, la gente buena pero no había venta de arena y no se trabajaba mucho”, rememora de aquellos días.
En febrero de 2005 se fue a buscar suerte a Puerto Deseado y trabajó haciendo guardias en un buque de Argenova cuando ocurrió la crisis de abundancia en la pesquería de langostino a partir de la sobrepesca del reclutamiento.
Luego pasó por “Pesquera Santa Cruz”. Primero en un barco alquilado que hacia estudios oceanográficos y después en un tangonero. “Siempre compartí camarote con el primer oficial de puente y jamás tuve ningún problema”, asevera.
Siguió trabajando y sumando singladuras con guardias de cuatro y seis horas en distintas flotas hasta que quedó embarazada en 2010. Hoy su hijo Nahum vive con ella en el departamento que alquilan en el barrio puerto de Mar del Plata, y marca el ritmo de su vida. “Es un nombre bíblico; mi pareja es evangélico y lo aceptó”, dice, mientras el viento cobra fuerza y tapa el sonido de los lobos marinos, arrinconados al borde de la banquina.
Los planes de Romina son poder estrenar el nuevo título a partir del mes que viene. Es que el 3 de agosto Nahum cumple 13 años y quiere acompañarlo ese día especial. “El año pasado no pude estar con él… En este trabajo se gana mucha plata, pero a la vez se pierden cosas importantes que la plata no compra”, afirma, emocionada.
Para estar cerca de su hijo rechazó una oferta de embarque en un barco costero de Rawson armado para anchoa y luego langostino cuando el marisco se arrimara más a la costa. “Pero no me garantizaban poder quedar efectiva en el inicio de la zafra de Provincia porque ahí llega el efectivo”, confesó.
No sabe si podrá encontrar un lugar en la flota fresquera que opera al langostino porque la zafra está en pleno curso y cuesta encontrar un lugar vacante. “La idea es instalarnos acá definitivamente. Estoy construyendo en Rosario pero a Nahum le gusta Mar del Plata, no quiere saber nada con otra mudanza. Ha sido un esfuerzo grande para todos porque mientras cursás no podés navegar y ya no te ingresa dinero. Por suerte el sindicato paga los aranceles para seguir formándonos”, destaca.
Romina debe velar por el funcionamiento óptimo de la sala de máquinas. Encender motores, monitorear presión de aceite del guinche, cambiar filtros y atender las necesidades del capitán o patrón en el puente.
“Esa primera vez en el arenero tuve que llamar a mi hermano para que me explicara algunas cosas. La experiencia, los años y seguir aprendiendo me han permitido poder trabajar en todos lados”, remarca.
Con el título que tiene de Conductor de Máquinas de Primera, puede salir de Primer Oficial, el responsable de la sala de máquinas, en la mayoría de los barcos de la flota pesquera. “En los barcos congeladores los conductores tienen más trabajo que en los fresqueros; hay más cosas que controlar… Nunca estuve en un congelador a merluza porque prefiero otra cosa. Prefiero los barcos que tarden poquitos días, como los fresqueros a merluza o langostino”.
Romina dejó Madryn y se mudó por primera vez a Mar del Plata en 2019, cuando llegó para cursar y obtener el título de Conductor de Maquinas Navales. No solo pensó en su futuro sino también en Nahum. “Quería que estuviese más tiempo con su padre, que también se embarca, y acá hay mejor educación que en el sur. Siempre trato de pensar en todo”; dice y se ríe con timidez.
En Mar del Plata atravesó la pandemia y luego de completar el curso se quedó trabajando hasta mediados de 2021, cuando regresó a Rawson. Sus ansias de superación y el deseo de brindarle mejores oportunidades a Nahum hicieron que completara su formación en el primer semestre de este año. Y ya piense en un futuro protegida por San Salvador desde el extremo de la Escollera Sur.
Hoy no sabe en qué barco estrenará su título de conductora de Primera, ni cuánto durará la marea ni la especie objetivo que irá a pescar. Solo sabe que quiere estar bien cerca de Nahum. Porque sabe, después de casi veinte años escuchando atenta el sonido de motores en alta mar, que hay que luchar por los sueños y que hay cosas que no tienen precio.
Fuente: Revista Puerto