Nacional – La secretaria de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de La Rioja habló con TSS sobre la impronta que buscan darle a la investigación en la provincia del norte argentino: transferencia a la comunidad y al sector productivo, perspectiva de género y énfasis en la comunicación de la ciencia.
En primavera, el campus de la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR) es la representación viva de una postal. El celeste y blanco del cielo, el verde del pasto, el violeta que predomina en algunos árboles y el marrón de las montañas que asoman por detrás encastran armónicamente con el color ladrillo del edificio universitario, que cuenta con cinco departamentos y 45.000 alumnos. Se creó en 1993 pero la primera vez que tuvo elecciones fue en 2014, tras una masiva movilización de estudiantes y docentes para exigir el fin de un rectorado que ya llevaba 21 años.
“Hemos sido durante mucho tiempo una universidad de puertas cerradas. Las protestas de 2014 fueron muy significativas: 40.000 personas se concentraron en la plaza principal para demandar el cambio de gobierno en la universidad”, cuenta a TSS la bióloga Tania Rogel, actual secretaria de Ciencia y Tecnología de la UNLaR. Es mendocina, “riojana por adopción”, y trabaja como docente e investigadora de la institución desde 2001. Asumió el cargo de secretaria en 2017 pero forma parte del equipo de gestión desde 2015, luego de la primera elección democrática y la asunción de Fabián Calderón como rector.
¿Qué objetivos se plantearon cuando comenzaron la gestión?
Cuando recién entramos había mucho desorden y nos encontramos con proyectos del año 2008 sin resolver. A mi entender, el área estaba manejada con una visión muy elitista que solo beneficiaba a ciertos grupos. Así que tuvimos que ordenar y sanear más de 250 proyectos. Mientras trabajábamos con eso, nos dimos cuenta de que había un sistema de investigación obsoleto. Entonces empezamos a trabajar en un programa nuevo, más inclusivo. Establecimos algunas cláusulas para fortalecer la formación de recursos humanos, como que todos los proyectos de investigación deban tener alumnos en el equipo.
Una vez normalizada la situación, ¿qué políticas pusieron en marcha?
Llamamos a convocatoria por primera vez en 2017. Ahí dijimos “bueno, tenemos poco presupuesto, ¿qué áreas priorizamos?”. Luego de profundas discusiones, decidimos financiar todas de manera equitativa. La ciencia en la universidad había sido dilapidada y las áreas relacionadas con lo popular, como las humanas y artísticas, eran de las más perjudicadas, por lo que no podíamos dejar de atenderlas. Para analizar cuáles eran los ejes generales en los que tenía que invertir la universidad nos reunimos con los investigadores, que son quienes salen todos los días a la cancha. Definimos cinco ejes: infraestructura, equipamiento, formación de recursos humanos, financiamiento de proyectos y producción y comunicación.
“La ciencia en la universidad había sido dilapidada y las áreas relacionadas con lo popular, como las humanas y artísticas, eran de las más perjudicadas”, dice Roger (centro), secretaria de Ciencia y Tecnología de laUNLaR.
¿De qué manera tienen pensado potenciar la comunicación de la ciencia?
Nos interesa trabajar en la internalización de la ciencia, sobre todo a partir de la generación de redes con países de América Latina. Por otra parte, estamos haciendo un programa piloto, llamado Conciencia Riojana, donde se hacen entrevistas a distintos investigadores para popularizar y divulgar lo que hacen en la universidad. La idea es fortalecerlo y acoplarlo a otras acciones, como tener una agencia de noticias. Hoy los recursos no alcanzan pero esperamos poder avanzar más el año que viene.
¿Cuáles son las grandes áreas de investigación de la UNLaR?
La universidad se divide en cinco departamentos: Ciencias de la Salud; Ciencias Humanas y de la Educación; Ciencias Sociales, Jurídicas y Económicas; Ciencias y Tecnologías Aplicadas a la Producción, al Ambiente y al Urbanismo; y Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Tenemos una amplitud enorme de carreras. La Rioja tiene muchas particularidades en su cultura, arte, condicionamientos climáticos, historia política, caudillismo, mucha riqueza que es necesario poner en valor. Creo que no se han hecho las inversiones necesarias para dar a conocer todo lo que tiene. Bajo esta mirada inclusiva de democratización del conocimiento, que es una bandera muy fuerte para nosotros, intentamos generar políticas en ese sentido.
¿Tienen políticas con perspectiva de género?
Sí, queremos fortalecer ese aspecto también. Si bien tenemos caracterizado que el 63% de nuestros directores de proyectos son mujeres, creemos que hay que seguir trabajando en otros aspectos de la problemática. Para eso, trabajaremos con la comisión de género de la parte de extensión. De todas maneras, tener esa proporción de directoras en los equipos de investigación es algo muy positivo y creo que estamos mejor que muchas otras universidades.
¿Cómo trabajan en la transferencia y vinculación con la comunidad?
En eso juegan un rol importante nuestro parque tecnológico y la Subsecretaría de Vinculación Tecnológica. Aspiramos a fortalecer esa parte para atender principalmente al sector de los pequeños productores, que tienen un capital social y territorial restringido. La idea es poder aportar valor agregado a su producción. Para eso tenemos los denominados proyectos de interés regional, que tienen el objetivo de trabajar interdisciplinaria e interinstitucionalmente para dar respuestas de transferencia inmediata. A veces vemos buenos resultados de investigación y no entendemos por qué no se transfiere. ¿Qué está fallando? Sobre ese punto estamos trabajando junto a los investigadores. Además, queremos conformar dos clústeres: uno olivícola y otro apícola, donde estén representadas todas las entidades de la provincia y organismos como el INTI y el INTA.
¿Cuáles son las principales necesidades que les han planteado los productores?
En la producción olivícola, están teniendo muchos problemas patológicos. Hay microorganismos que atacan los olivos en toda la provincia. Entonces, hay una fuerte línea de investigación y desarrollo para darles una solución a los productores, porque es una de las principales actividades dentro de la matriz productiva regional. En cuanto a la parte apícola, buscamos aportar valor agregado a través de software, trazabilidad y cuestiones de marketing. Sucede que muchas veces los pequeños productores no tienen el conocimiento de cómo comunicar el valor del producto que generan a través de la etiqueta. En general son productos orgánicos y naturales porque es una zona ganadera, en consecuencia, no se aplican agroquímicos, pero eso no figura en la venta del producto. Otro aspecto a atender es que en la región necesitamos cortar algunas cadenas de intermediarios, que se quedan con la mayor parte del valor de la producción. Creemos que es fundamental contribuir con tecnologías sociales, más que agropecuarias o industriales, y fortalecer a los productores para que puedan demandar más derechos y pelear los precios.
La UNLaR se divide en cinco departamentos: Ciencias de la Salud; Ciencias Humanas y de la Educación; Ciencias Sociales, Jurídicas y Económicas; Ciencias y Tecnologías Aplicadas a la Producción, al Ambiente y al Urbanismo; y Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
¿La idea es acercar a las dos puntas de la cadena, el productor y el consumidor?
Exacto. Por eso estamos planificando fortalecer la interacción con la agricultura familiar, que tuvo un embate fuerte por las políticas recientes. A su vez, creo que esta situación también nos ha llevado a la unión. La idea es que en el parque tecnológico también trabaje agricultura familiar y estamos pensando en hacer ferias comunitarias donde vendamos nuestros productos e invitar a los productores a vender los suyos.
¿Cuál ha sido el impacto de la degradación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva al rango de secretaría?
Todavía tenemos que ver cómo impacta a nivel presupuestario, pero hay una cuestión simbólica fuerte que implica que mientras que gobiernos anteriores habían ponderado a la ciencia, generando un ministerio, bajarle el rango es un mensaje de que hoy la ciencia y la tecnología no tienen la misma jerarquía. En lo personal, creo que hemos retrocedido mucho. Si pensamos lo que dura una carrera de grado, más una de posgrado, lleva unos diez o quince años poder ver el producto de una inversión. Si invierto diez años y justo cuando estoy por cosechar aplico políticas que me hacen retroceder, nunca voy a ver el fruto. Es desperdiciar la inversión realizada, con todo lo que se generó en ciencia y tecnología a nivel país. Un ejemplo claro es ARSAT. Yo me recibí de bióloga en 1998, más o menos en la época en que Cavallo nos mandaba a lavar los platos, y acá no teníamos posibilidades. Muchos nos terminamos dedicando a la gestión con la idea de estar en lugares de toma de decisión para poder revertir ese panorama. Entonces en lo personal, me resulta triste. Soy una convencida de que la ciencia y la tecnología garantiza emancipación, independencia.
¿La movilización de la comunidad científica da esperanzas de que se puedan revertir estas políticas?
Sí, las redes nos fortalecen a la hora de salir a pelear por lo que consideramos un derecho. Por un lado, la universidad pública, gratuita y laica. Y, por el otro, el derecho a poder investigar, que en mi historia personal fue un derecho denegado. Por eso siento la obligación de dar ese derecho a investigar que yo no tuve. Quizás las políticas que generamos con el poco presupuesto que tenemos no son gran cosa, pero lo importante es dejar claro que tenemos que apostar a la formación, la investigación y la divulgación. Dejarles el mensaje a los científicos de que si tuviéramos más presupuesto invertiríamos más. Que ese es nuestro sur (no me gusta decir el norte): hacia dónde queremos ir.
Fuente: Agencia TSS – Por Nadia Luna (desde La Rioja)