En la tercera parte de esta investigación, los autores contradicen las hipótesis de artículos de prensa que buscan revelar una supuesta asistencia secreta de la Argentina a Irán en tecnología nuclear, que en realidad fue provista por Rusia y China. Las acusaciones sin sustento y la falta de pruebas que confirmen esta suposición.
A poco más de tres años de la nota publicada en Veja en marzo de 2015 –que analizamos en la nota anterior–, en la que se busca vincular la muerte del fiscal Nisman con supuestos “secretos nucleares” entre Irán, Venezuela y la Argentina, la periodista Verónica Sming publicó en BBC Mundo (11/5/2018) una nota titulada “Cómo Argentina se convirtió en el único país latinoamericano en tener un acuerdo nuclear con Irán”, que solo aporta unas pocas imprecisiones de corte histórico. Se basa en el testimonio de Darío Jinchuk, profesional que trabajó hasta 2007 en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y luego fue “consultor privado del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) en Viena, Austria, durante diez años”. Según Jinchuk, “Argentina tenía –y sigue teniendo– una empresa estatal, llamada Invap, que se especializa en la construcción de centrales nucleares” (negritas en el original).
Jinchuk parece referirse a instalaciones con reactores de investigación –especialidad de INVAP–, no a reactores de potencia (que producen electricidad), como el de Bushehr. Pero la periodista no parece distinguir: “De ahí el interés de los persas en que Argentina reconstruyera sus plantas bombardeadas”, que son de potencia, no como las que construye INVAP. Los persas no le pidieron a INVAP sino a la empresa ENACE –sociedad entre CNEA (75%) y KWU (25%)– que se hiciera cargo de las centrales bombardeadas, aunque vimos que la tarea quedó finalmente en manos de una empresa rusa. El resto de la nota de Sming recorre los contratos de INVAP y coincide con lo que vimos en las notas anteriores.
La ofensiva frontal que retoma la telaraña iniciada por Veja se publicó en Infobae (23/9/2018) con el título “El triángulo nuclear entre Teherán, Caracas y Buenos Aires: los antecedentes de un pacto letal” y está firmada por Ignacio Montes de Oca. Se trata de una pieza ejemplar de las “técnicas” de la posverdad, donde se intenta entretejer con hilo de humo la cuestión nuclear y la muerte de Nisman, enredando en la trama al anterior gobierno argentino. ¿Por qué es necesario sumar desatinos nucleares? En un desliz de honestidad lacaniana, el autor lo explica al final de la nota: “A la distancia, no pareciera que un tratado secreto para aumentar el comercio bilateral a cambio de dar por cerrado un caso judicial fuera suficiente para mandar matar a un fiscal”. Es decir, hacen falta más ingredientes en la ensalada.
Como si China y Rusia no existieran
Tras tomar erróneamente el atentado a la AMIA como causa de la decisión del Gobierno argentino de clausurar las relaciones nucleares con Irán, explica Montes de Oca: “Los iraníes continuaron sus investigaciones nucleares sin asistencia argentina, favorecidos por la culminación de un contrato que habían firmado en los meses finales de 1988 que les permitió recibir de Buenos Aires la tecnología para seguir de manera independiente el proceso de purificación de uranio”. Irán no siguió de manera independiente, porque no recibió de INVAP lo que, según Montes de Oca, Irán necesitaba. El desarrollo nuclear iraní continuó recibiendo durante los años noventa asistencia importante de Rusia y China. “Si bien las presiones han influido en muchos países, incluidos la República Checa, Argentina y la India, otros países como Rusia y China han ignorado las peticiones de los Estados Unidos”, explica Skootsky en 1995 [1].
Segundo disparate: Basándose supuestamente en los dichos del especialista Jinchuk, citado en la nota de Sming, sostiene Montes de Oca que Irán no necesita uranio enriquecido de la Argentina, sino que “a lo sumo, lo que precisa es asistencia en el manejo de ‘agua pesada’, tecnología que permitiría que el material ya usado en su central atómica iraní de Arak sea convertido en plutonio, materia prima para la elaboración de armas nucleares”. Y agrega: “Argentina ha avanzado tanto en ese campo, que su central de agua pesada en la localidad de Arroyitos [sic] es una de las más eficientes del mundo”.
Digamos primero que la tecnología de producción de agua pesada no tiene nada que ver con la tecnología de reprocesamiento de plutonio. El autor confunde la necesidad de disponer de agua pesada para que funcione el reactor de Arak, o cualquier otro reactor, con las tecnologías específicas para extraer plutonio del reactor de Arak que la Argentina no domina. Pero además, la Argentina compró llave en mano a la empresa suiza Sulzer la planta de Arroyito. En los hechos, la falta de financiamiento llevó a rescindir el contrato con Sulzer en 1990, cuando la obra presentaba más del 90% de avance, y fue finalizada y puesta en marcha por la empresa estatal ENSI y la CNEA en abril de 1993.
En síntesis, el personal de la empresa estatal ENSI sabe operar la planta, pero no domina la tecnología de producción de agua pesada. La CNEA supo avanzar en el desarrollo de lo que se llamó PEAP (Planta Experimental de Agua Pesada), que en los ochenta estaba en construcción en Atucha. La planta se completó a comienzos de los noventa y nunca se puso en marcha. La tecnología argentina no se probó y la planta fue desmantelada y vendida como chatarra a fines de los noventa, decisión difícil de entender sin recurrir a la hipótesis de las presiones externas en años de política exterior caracterizada por la posición que Carlos Escudé llamó “realismo periférico”.
Arriesguemos una posibilidad poco verosímil para ayudar a Montes de Oca: tal vez la situación financiera complicada podría haber empujado a INVAP a comprometerse –tomando riesgo empresarial– con el desarrollo y transferencia de tecnología de producción de agua pesada. Con suficiente inversión y tiempo es posible que INVAP pudiera desarrollar las capacidades necesarias. Pero aun forzando las cosas, Skootsky vuelve a refutar a Montes de Oca: “A comienzos de 1992, Argentina […] rechazó las solicitudes iraníes de una instalación de producción de agua pesada” [1].
Un thriller de bajo presupuesto
Luego de un largo relato sobre las relaciones entre Irán y Venezuela, nuestro periodista de guerra se dedica a explicar las sanciones impuestas a Irán por el OIEA. Y en un momento explica que en 2011 se ponía en marcha la planta de Bushehr, “terminada por una empresa rusa y con tecnología que, según afirmaron algunas fuentes, resultaba sugerentemente similar a la que había sido usada para construir las centrales nucleares argentinas de la serie Atucha”.
El rasgo “sugerentemente similar” entre “la serie Atucha” y la central de Bushehr se reduce a que fueron el producto de contratos con KWU/Siemens. Sin embargo, las dos centrales instaladas en Atucha no se asemejan a la planta de Bushehr, dado que el plan original de KWU/Siemens era construir en Bushehr dos centrales PWR (uranio enriquecido y agua liviana) a diferencia de Atucha I y Atucha II, que emplean uranio natural y agua pesada. Pero este plan original fue modificado y la única central de Bushehr finalmente terminada se basa en tecnología rusa. En enero de 1995 Rusia e Irán firmaron un acuerdo por el cual la empresa Atomstroyexport –subsidiaria de la firma rusa Rosatom– se encargó de instalar un reactor de tipo VVER-1000, que emplea uranio enriquecido y agua liviana, tecnología que no domina el sector nuclear argentino. La central de Bushehr fue finalmente inaugurada en septiembre de 2011 con la presencia del ministro de Energía ruso.
Vayamos ahora al “triángulo nuclear entre Teherán, Caracas y Buenos Aires”. En la mejor tradición escolástica de sumar autoridades en lugar de datos, Montes de Oca recupera una denuncia pasada de Eliaschev (26/3/2011, Perfil) y le suma otra proveniente de miembros del partido republicano de los EEUU. En julio de 2011 tres congresistas republicanos del estado de Florida –Ileana Ros-Lehtinen, Connie Mack y David Rivera– enviaron una nota a la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, donde se menciona una supuesta cooperación nuclear de Irán con Argentina que emplearía a Venezuela como intermediario. Pero el periodista Martín Dinatale explica en una nota publicada por La Nación (12/10/2011) que esta carta de los congresistas de Florida “fue desestimada por el entonces subsecretario para Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, Arturo Valenzuela”.
Las dos centrales instaladas en Atucha (foto) no se asemejan a la planta de Bushehr, dado que el plan original de KWU/Siemens era construir en Bushehr dos centrales PWR (uranio enriquecido y agua liviana) a diferencia de Atucha I y Atucha II, que emplean uranio natural y agua pesada.
¿Cuáles son las evidencias que presentan los congresistas republicanos que preocupan a Montes de Oca? Ninguna. La nota es un pedido de investigación de posibles relaciones nucleares entre Irán y Argentina motivado por la existencia de “reportes que en 2007 Mahmoud Ahmadinejad supuestamente le pidió a [allegedly asked] Hugo Chávez que interceda con el Presidente Néstor Kirchner para que cambie la política argentina para permitir a Irán acceso a tecnología argentina”. ¿Cuál es la política argentina que Ahmadinejad pide que se modifique? La misma nota de los congresales de Florida explica que “Argentina mantiene públicamente objeciones al programa nuclear de Irán, una posición que estableció a raíz del ataque en 1992 a la Embajada de Israel y el ataque en 1994 a la AMIA”. Es decir, como en el juego de la oca, volvimos al punto cero, a los tres desertores anónimos.
En este punto, Montes de Oca introduce en el cóctel el artículo de Veja. Luego de un extenso relato donde se dedica a otras cuestiones, vuelve al tema nuclear con una idea que demuestra que tiene las manos vacías: “El período que va desde que Chávez informó que se encargaría personalmente de negociar con los argentinos en favor de los persas por el tema nuclear, coincide con la época en que Teherán logró sus mayores avances tecnológicos en esa área”.
Veamos entonces, según Montes de Oca, cuáles podrían ser los aportes argentinos al período de los “mayores avances” de Teherán: “Nada prueba que esos logros se hayan debido a la intervención argentina, aunque tampoco se pueden soslayar hechos tan significativos como la firma de un acuerdo de cooperación nuclear entre Argentina y Venezuela en 2005, cuyo objetivo era instalar un reactor nuclear tipo CAREM de 150 Kw [sic] desarrollado por científicos argentinos”. Pero el prototipo del CAREM se encuentra hoy, trece años más tarde, en desarrollo en Atucha y aún no tiene fecha cierta de finalización. Es decir, “los mayores avances tecnológicos” de Irán estarían relacionados con un reactor que todavía no está terminado en la Argentina.
El prototipo del reactor CAREM se encuentra hoy, trece años más tarde, en desarrollo en Atucha y aún no tiene fecha cierta de finalización.
Para otra ocasión dejamos la discusión de cómo identifica nuestro autor que el período posterior a 2005 es el de los “mayores avances” en tecnología nuclear de Irán, cuando su misma nota cuenta que en diciembre de 2006 el Consejo de Seguridad de la ONU aplica sanciones económicas a Irán por sus actividades nucleares. Es decir, el plan nuclear de Irán en 2005 ya está en un estado avanzado debido a casi cuatro décadas de desarrollos.
“En el documento de su denuncia, el fiscal Nisman hace otras referencias a la presencia de la cuestión nuclear en la negociación con Irán”, insiste Montes de Oca, “demostrando que estaba al tanto de las suposiciones que corrían [sic] el mundillo de las relaciones internacionales sobre un posible pacto secreto entre ambos países en ese rubro”. Es decir, “los antecedentes de un pacto letal” del copete fueron devaluados a “suposiciones”. Al final del laberinto de insinuaciones, imprecisiones, falsas sospechas y prejuicios enredados en las páginas de Perfil, Veja, BBC Mundo, The Wall Street Journal, El Cronista, Infobae y Clarín, lo único que tenemos es una entrevista a tres desertores anónimos que cuentan lo que dicen haber escuchado en una charla sin poder corroborar que esto que dicen haber escuchado haya finalmente ocurrido.
Termina Montes de Oca: “La sospecha respecto de un capítulo nuclear en la relación entre Irán, Argentina y Venezuela nunca pudo ser demostrada porque el fiscal que debía presentar pruebas de ello nunca llegó al recinto […]”. Probablemente el fiscal no quiso llegar porque no tenía ni estas ni otras pruebas. Esto debe dilucidarlo la Justicia, no la prensa. Pero aunque Nisman no haya llegado a presentar las supuestas pruebas, es absurdo pensar que el fiscal se las llevaría a la tumba. Por el contrario, las supuestas pruebas deberían seguir existiendo. ¿Cuáles son?
En el párrafo final, el autor parece entender que con lo dicho no alcanza y, como en un thriller de bajo presupuesto, tiene que explicarnos la trama: “Minas y fábricas iraníes secretas en Venezuela protegidas por el ejército chavista, acuerdos atómicos, reuniones en las sombras para pactar impunidad entre argentinos, sirios e iraníes, valijas cargadas de dólares y sugestivas similitudes entre los programas nucleares argentino y persa, son apenas la punta del ovillo en un tema que podría tener derivaciones explosivas”. A la medida de Macbeth: “Una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa”.
[1] Mark D. Skootsky. 1995. “U.S. Nuclear Policy Toward Iran”, 1 de junio. Mimeo.
Fuente: Agencia TSS – Por Santiago Harriague y Diego Hurtado