Reivindicar los derechos de los trabajadores en tiempos de crisis nacional

No es un 1° de Mayo más. Una fecha que pretende ser la conmemoración de un suceso que data del año 1886 y busca la reivindicación de los derechos de los trabajadores.

El país vive tiempos de crisis económica, social y política insoslayables, más allá de los parches e intentos permanentes del gobierno nacional por desvincular su responsabilidad dentro de las causales de la realidad actual.

La afectación directa que repercute en el ciudadano trabajador y en aquel que ya dejó de serlo producto de los despidos incesantes paridos por el nefasto gobierno Macrista, dan un marco dramático que sumado a la creciente y continua inflación, el precio de la canasta básica, la recesión transversal nacional, el elevado nivel de pobreza e indigencia, la caída del poder adquisitivo y la llanura, más allá de los conceptos anteriormente mencionados correspondientes a estudios especializados, del día a día de la gente corriente, construyen un combo temible que sacude las vidas de todos los argentinos cada día, a cada hora.

La mirada  anti popular de todas las políticas de Cambiemos y su ejecución, desnudan desde Diciembre de 2015 la planificación estratégica e inhumana de un ajuste feroz, rabioso, malicioso digno del enemigo del pueblo. En ese sentido, ni la menor incomodidad despierta en los “pseudos dirigentes de la alegría”, la obscena y burlona desfachatez con la que expresan su detestable insensibilidad.

A tener en cuenta, el 10% de la población económicamente activa está desempleada. Casi el 20% se encuentra en situación de “rebusque”, empleos temporarios o no remunerados y changas. Aproximadamente el 27% cuentan con un  empleo regular, pero precario. Es decir, menos de la mitad de la población conserva aún, un empleo pleno de derechos. Estos datos provenientes de la UCA y correspondientes al último trimestre de 2018, dan cuenta de un panorama agravado y a priori de cualquier estudio concreto de estos primeros meses de 2019, palpable y perceptiblemente peores que aquellos últimos, del año anterior.

Cabe mencionar que la existencia de prácticas y modos de vida que no se adaptan a lo que un estado social de derecho exclama en sus normas, ese denominado subempleo, esa fórmula con la que se mide, no a los empleados, sino a los ocupados, encarna circunstancias atroces que las estadísticas no muestran: tareas que no reportan un salario por encima del mínimo, largas jornadas laborales, ningún aporte para el régimen de seguridad social, limitados beneficios o nulos en cuanto a vacaciones, seguro contra accidentes, descanso por maternidad, etc.

La canasta básica total tiene en la actualidad un costo cercano a los $29.000 para una familia tipo, ese monto es el necesario para no ser pobre, un 64% fue lo que aumento en el último año. La canasta básica alimentaria por su parte asciende a los $12.000 aproximadamente, lo que significa un 61% de aumento en los últimos 12 meses. Los números frios, son eso, un hielo ante la realidad, ni siquiera parecen merecedores de análisis, la bestialidad y lo abrumador de lo que se vive no resiste debate alguno. La situación es de emergencia.

Cayendo en lo terrenal, de donde mejor se pueden extraer hechos y sacar conclusiones de difícil yerro, basta con la reiteración invariable del “decir” de la calle. No hay ámbito en el que no exista  como resultado de cualquier intercambio sobre el pasar “del otro”, la insatisfacción. Independientemente de la gravedad de la perdida de estructura previa, por parte de quien relata su carencia, todas y todos coinciden en la alteración de su cotidiano, traducido esto, en la reducción de gastos , actividades, esparcimiento y yendo muchos más a la profundidad del denominador común poblacional, alarmante es el relato de quienes han tenido que modificar su conducta alimentaria o de quienes, del día, ocupan más de la mitad de sus horas en el trabajo de cualquier tipo y bajo cualquier condición, en búsqueda del número más cercano que permita un decoroso ingreso, dentro de la miseria.  Es menester remarcar que esto que quizás tenga que ver con el vomitivo lema de que al país se lo saca adelante laburando, es indigno, no corresponde, no es natural, no está bien.

Nos quieren hacer creer que teníamos derechos que no deberíamos haber tenido nunca. Nos quieren hacer creer que no merecíamos lo que tuvimos. Nos quieren hacer creer que somos vagos. Nos quieren hacer creer que, al estado no le corresponde hacer ningún tipo de asistencialismo, que simplemente si no podés, te tenés que amoldar. Nos quieren pacientes, mansos, confundidos, pero toda esa logística destructiva direccionada a las mentes argentinas, caducó.

Hoy propios, y lógicamente ajenos, sabemos de qué estamos hablando, si es cierto e increíble que queda un resto poblacional anestesiado, dormido, carcomido por el odio al Kirchnerismo o como siempre, esos que más allá de cualquier gobierno, por la simple fortuna de la vida, son ricos e impermeables a la desidia social.

Para finalizar, y retomando el sentido original de este día en el que se recuerda a los Mártires de Chicago,  sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en las jornadas de lucha por la instauración de la jornada laboral de 8 horas, quiero compartir palabras de George Engel, uno de los protagonistas de aquellos días que decía:  “¿En qué consiste mi crimen?. En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social en que sea imposible el hecho de que mientras unos amontonan millones utilizando las máquinas, otros caen en la degradación y en la miseria. Sus leyes están en oposición con las de la Naturaleza, y mediante ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar…”

NICOLAS ARIEL ABELLEIRA TAPIA

32.049.598