En setiembre de 2009 nos enteramos por el diario que la minera canadiense Blue Sky Uranium, perteneciente al Grosso Group Management, exploraba el área del Bajo de Santa Rosa y los alrededores de Valcheta. Según trascendió, la Provincia había suscripto un convenio marco con el grupo Grosso para la adquisición, prospección, exploración, y explotación de yacimientos mineros polimetálicos y energéticos. ¿Qué buscaba exactamente la minera norteamericana? No lo sabíamos a ciencia cierta. Sospechábamos que su interés pasaba por el oro y la plata; estaba aún vivo el recuerdo de Calcatreu y las luchas populares que culminaron el 21 de julio de 2005 con la sanción de la ley anticianuro -Ley 3981/05-.
En octubre, siempre a través del diario, supimos dos cosas importantes: 1) que la minera venía trabajando en la zona desde marzo de 2009, y 2) -tal vez lo más importante-, que no era oro ni plata lo que buscaba sino uranio, el elemento radiactivo utilizado como combustible en los reactores nucleares.
En diciembre de 2010, el gobernador Miguel Saiz firmó un decreto –el 1255– ratificando una carta de intención suscripta entre la Provincia y el Grosso Group, cuyos términos recién conocimos en enero del año siguiente, esta vez no por el diario sino por el Boletín Oficial. La carta de intención ratificada hablaba directamente de una asociación estratégica con el Grosso Group Management Limited. Entre otras cosas, nuestras empresas estatales rionegrinas se comprometían “a realizar sus mejores esfuerzos para la obtención de permisos y aprobaciones necesarias para avanzar en el desarrollo de los proyectos a las etapas de producción, prestando colaboración institucional y realizando las gestiones necesarias ante los Organismos Públicos emisores de tales permisos y aprobaciones”. En otras palabras, nos comprometíamos a hacerles las cosas fáciles: evidentemente, cumplimos bien nuestra parte del trato, ya que los del Grosso Group hicieron lo que quisieron en la provincia.
¿Qué obtiene el Grosso Group?
Transcurridos ocho años de la suscripción de aquel convenio, la Blue Sky Uranium declara derechos exclusivos sobre 287 mil hectáreas de territorio rionegrino. El proyecto Amarillo Grande, tal el nombre de fantasía que los canadienses pusieron a esa superficie, comprende tres propiedades mineras: Santa Bárbara -ubicada a unos 60 km al sur de Villa Regina-, Anit -el Bajo de Santa Rosa, a unos 100 km al sudoeste de Lamarque- e Ivana –que comprende las lagunas Tres Picos e Indio Muerto, a unos 20 km al norte de Valcheta-. En esos tres lugares la Blue Sky Uranium halló uranio: casi nueve millones de kilos de metal radiactivo, según sus propias estimaciones.
El uranio del proyecto Amarillo Grande representa un negocio redondo para la Blue Sky por tres razones: 1) porque la mineralización es casi superficial, lo que supone bajos costos de extracción; 2) porque el uranio es allí fácilmente lixiviable, de manera que se puede preconcentrar con un simple lavado y tamizado, y luego ser pasado a una planta de lixiviado; y 3) porque las tres propiedades mineras del proyecto quedan relativamente cerca una de la otra, lo que permite que el material pueda ser llevado a una única planta de preconcentrado, haciendo mas viable el proyecto desde el punto de vista económico. Además, los empresarios mineros destacan como positivo el hecho de que el territorio sea desértico -a sus ojos, claro-, pero accesible, y celebran la buena relación que han establecido con los pobladores locales.
Desde la Blue Sky se sostiene que la producción de Amarillo Grande podría abastecer a las tres centrales nucleares argentinas en funcionamiento y a las dos proyectadas, pero lo cierto es que eso mucho no les interesa: el verdadero negocio está en la exportación. En efecto, a pesar de los vaivenes del precio del uranio en los últimos años -bien arriba en 2005, hacia la baja desde 2011, a raíz de Fukushima-, la empresa norteamericana vislumbra un crecimiento sostenido de la demanda en los próximos años -hasta un 50% para el 2020-, y confían en la posibilidad de acceder a los mercados internacionales. Los bajos costos de producción de Amarillo Grande garantizan a los inversionistas retornos “astronómicos”o “siderales”, en palabras de Nikolaos Cacos, presidente y CEO de la Blue Sky Uranium.
¿Qué problemas plantea la minería de uranio en Río Negro?
Sin duda, el método de lixiviación es uno de los principales. Si bien en el caso del uranio no se utiliza cianuro sino ácido sulfúrico o carbonato de sodio, la posibilidad de contaminación de los acuíferos es real.
Además de la grave afectación a los ecosistemas naturales, el proyecto significará una pérdida de patrimonio paleontológico y arqueológico para la provincia. En efecto, en las tres propiedades mineras, pero sobre todo en el Bajo Santa Rosa –Anit, para los mineros–, hay importantísimos yacimientos que seguramente se destruirán o se verán seriamente afectados.
Por último, está el tema del agua: ¿de dónde sacará la empresa el agua para lixiviar los nueve millones de kilos de uranio que pretende extraer? Nada se dice sobre eso.
En definitiva, ¿Qué obtendremos los rionegrinos de la asociación con el Grosso Group Management Limited? Muy poco: hasta un 3% de regalías sobre un total de los ingresos brutos, más los impuestos que paga toda industria. ¿Qué perderemos? Mucho: calidad de los ecosistemas, patrimonio paleontológico, pero sobre todo perderemos la posibilidad de pensar y definir, entre todos, y junto a los pobladores locales, un modelo de desarrollo y sustentable para esas 287 mil hectáreas.
Leonardo Salgado
DNI 16120304
Asamblea Socio Ambiental de Cipolletti
Fuente: Prensa Partido Socialista de Río Negro