El médico psiquiatra y sexólogo Adrián Helien coordina desde hace 15 años un grupo interdisciplinario de atención a personas transgénero en el Hospital Durand. En diálogo con Infobae, habló de los chicos que viven su identidad de género más allá del binario mujer/varón y de la necesidad de que los entornos los escuchen, acepten y respeten su derecho a la autodefinición
Hablemos de un tema del que se habla poco, ya sea por temor, por falta de información o porque cuestiona un paradigma que es patriarcal, heteronormativo, biologicista y binario. Hablemos de identidad de género, de la vivencia interna e individual que puede sentirse o percibirse desde la infancia y se desarrolla a lo largo de la vida. Hablemos de infancias trans. Esa es la propuesta que Infobae le planteó al médico psiquiatra y sexólogo Adrián Helien, precursor de la atención integral de las personas trans en la Argentina y Latinoamérica.
De él dirá que es porteño, que nació en el Hospital Alvear, uno de los pocos dedicados a la atención de salud mental en la Ciudad, y que tal vez por eso, gracia de por medio, ya estaba predestinado a estudiar su especialidad como psiquiatra. Contará que se formó en la UBA, que además estudió sexología; y que a sus 64 años contabiliza dos matrimonios y una hija de 34 años. Apuntará que tiene “dos apellidos”, por su doble pertenencia: Durand, por el hospital público de la Ciudad donde ejerce, desarrolló su carrera y pasa la mayor parte del día, y APSA, la Asociación de Psiquiatras Argentinos, donde preside el Capítulo de Sexología y Diversidad Sexual y lucha para que los psiquiatras tengan formación en atención de salud trans.
En 2005, Helien creó el Grupo de Atención a Personas Transgénero (GAPET) en el Durand, el primer lugar del país donde se empezó a atender salud trans específica, mediante tratamientos hormonales y cirugías de reafirmación de género, con un equipo interdisciplinario que incluye ginecólogos, urólogos, endocrinólogos, cirujanos plásticos, fonoaudiólogos, psicólogos.
Diez años después, en el mismo hospital, comenzó a coordinar el Grupo de Atención de la Niñez y Adolescencia Transgénero (GANAT). Desde entonces, registra la atención de casi 2.500 adultos y 100 chicos con sus familias. “El 19 de diciembre hicimos el cierre del año en el hospital con un encuentro de los grupos de apoyo a niños, jóvenes y familiares. Es un grupo hermoso que no lo tiene ningún hospital”, contó orgulloso a Infobae.
“La niñez trans existe”
“No hay una edad del develamiento, pero la mayoría de los adultos trans lo autopercibió en su infancia. La niñez trans existe”, sentenció Helien. “Nuestra estadística muestra que el 88% de las personas trans se dio cuenta cuál es el género en el que se reconoce antes de los 10 años: el 67% antes de los 5 y el 21%, entre los 5 y los 10 años. Estos resultados se repiten en estudios realizados en países como Canadá y Holanda, Reino Unido, apuntó el especialista que en 2012 escribió el libro Cuerpxs equivocadxs: Hacia la comprensión de la diversidad sexual, en coautoría con la periodista Alba Piotto.
-¿Cómo manifiestan los chicos esta vivencia personal?
-A diferencia de los adultos, los chiques no eligen salir del clóset: expresan su identidad con el juego, los juguetes, la ropa, las preferencias de los mundos que son diferentes a los que les imponemos estereotipadamente. Pueden expresar que se sienten disconformes básicamente con muchas situaciones. Pero lo más importante es que lo expresan con sus propias palabras.
-¿Estos procesos se están iniciando cada vez a edades más tempranas?
-Sí. Es un fenómeno que se está viendo a nivel mundial. Algunos chiques lo empiezan a manifestar a partir de los 2 años, cuando comienzan a hablar, algo que por supuesto tiene que ver con la capacidad progresiva de cada niñe para definirlo y expresarlo. Lo dice con sus palabras, “no quiero ser nena o nene”, o “no me gusta esto”, y lo hace con persistencia y coherencia.
-¿Cómo es esa manera de expresarlo?
-Si hablamos de infancia trans tenemos que hablar de una persistencia y una coherencia en el tiempo. Quiere decir que esas expresiones realizadas con su propia voz, con su propia palabra, se dan de manera persistente, consistente y coherente a través del tiempo. Si lo manifiesta de esta manera, probablemente estemos ante la situación de un niñe trans.
Hablemos de género
En 2012, con la sanción de la Ley 26.743 de Identidad de Género, una nueva etapa se inició en la Argentina. La norma pateó el tablero y se posicionó a la vanguardia a nivel mundial: despatologizó la cuestión porque ser trans no es una enfermedad; las personas trans pueden cambiar su DNI con un trámite administrativo donde se valida su identidad de género y su autopercepción a través de su palabra. Además, garantiza el derecho a acceder en el sistema de salud pública –también por obras sociales y prepagas– a tratamientos hormonales e intervenciones quirúrgicas para reafirmar la identidad autopercibida, en el caso que lo consideren necesario, sin necesidad de una autorización judicial. Hoy en la Argentina la identidad de género es un derecho.
-El avance es enorme y aún resta un largo camino de deconstrucción. En muchos entornos familiares y sociales la temática sigue generando reacciones de asombro, temor, desinformación, confusión.
-Estamos cambiando un poco la historia respecto a ese tema. Primero hay que entender que cuando nacemos, a partir del sexo, se nos asigna arbitrariamente el género. Es decir, para simplificarlo, a partir de las características biológicas se asigna el género mujer o varón. Es el modelo binario de género que estuvo contemplado como una verdad que no resistía ningún tipo de análisis ni evidencia, porque era básicamente un dogma validado por el discurso científico y legal e impermeable de deconstruir o cuestionar. Ese dispositivo binario marcó lo que era normal y anormal; moral y amoral; ético y no ético. Hoy sabemos que nos equivocamos y que realmente la biología es una variable y el género es otra, y que pueden no coincidir siendo un fenómeno perfectamente normal, producto de la diversidad de los seres humanos. Sexo y género son dos variables absolutamente diferentes. El género autopercibido define la identidad por sobre el sexo biológico. Tiene una posición jerárquica respecto a la biología. Ese es un cambio importante.
-Para aportar más claridad al tema, ¿qué es la identidad de género?
-La identidad de género es una vivencia interna e íntima, tal como la persona la siente, lo que llamamos autopercepción; y otro aspecto es cómo esa identidad se manifiesta socialmente, mediante la expresión del género, a través de códigos de vestimenta y comportamientos en general.
“Cuando el entorno familiar y social lo acepta, disminuyen drásticamente los riesgos de que enfermen” (Shutterstock)
-Entonces, identidad de género no es lo mismo que expresión de género.
-Así es. Por lo cual, la identidad autopercibida puede ser cis o trans (binario o no binario). Cis son las personas que están conformes o se auto perciben en la identidad asignada, y trans las que no están de acuerdo con la identidad de género asignada o no se auto perciben en la identidad asignada a partir de su biología. En tanto, la expresión de género puede ser masculina, femenina, andrógina o de infinitas formas, acorde a cómo se quiere expresar la identidad en un sistema social que incluye ropas, formas de hablar, comportamientos, etc. Un niño cis se siente varón y puede tener expresiones sociales femeninas o andróginas; lo mismo una nena cis se autopercibe en el género femenino y puede tener expresiones sociales masculinas o andróginas. En esta situación, el problema es que la sociedad asigna arbitraria y rígidamente normas, en la cuales estos niñes no se sienten cómodes. El problema es de la sociedad, no de los niñes. Son, simplemente, niñes disconformes con las expresiones sociales asignadas a su identidad, disconformes con las normas genéricas que se le imponen socialmente.
Escuchar, aceptar, respetar
-Sin dudas, la escucha juega un papel central en el abordaje de estos casos.
-Es que cada niñe marca el rumbo. Por eso, es necesario dejarlo expresar, es su derecho. Es fundamental escuchar al niñe, porque si no siempre escuchamos lo que nos dijeron, escuchamos el discurso binario. Y algo muy importante: si a ese niñe no se lo deja expresar, se angustia, sufre. No es cualquier situación: uno no puede vivir fuera de la identidad, o por lo menos la pasa mal. Muchas personas que llegaron a adultas pudieron expresar su identidad a edades mayores, pero nunca sin un costo, sin ocultar aspectos, siempre con angustia, con el miedo al castigo, muchas veces padecieron violencias de todo tipo. Sobre todo, la exclusión social y la negación de derechos humanos básicos como el derecho a la identidad, al estudio y al trabajo. Una injusticia tremenda, que limitaba su desarrollo personal y acortaba su expectativa de vida.
-¿Cómo sigue el proceso?
-Viene la aceptación, la palabra mágica que salva vidas y logra que un chique trans pueda ser quien siente ser. Cuando el entorno familiar y social lo acepta, disminuyen drásticamente los riesgos de que enfermen. Hay estudios que señalan que los chiques trans no aceptados aumentan el riesgo de suicidio por 8 veces, y de deprimirse por 6 veces.
-Algo así como el poder de la aceptación.
-Aceptación quiere decir aceptación total en el contexto social porque todos necesitamos ser validados. Cuando un chique trans expresa su identidad, toda la familia también tiene que salir del clóset, porque no lo puede ocultar. Me pregunto: ¿cómo se hace para tapar y negar a un hije? La única respuesta que encuentro es no permitiéndole que se exprese, que juegue, que sea quien siente o descubre ser. Y aquí algo que siempre me gusta remarcar: el género como espacio de libertad.
-¿Cómo es eso?
-Contra viento y marea, con todo y todos en contra, los niñes lo expresan. Solo lo callan cuando se les reprime o castiga, pero no puede cambiarse. La identidad siempre está con nosotros. Yo te impongo todo el peso social del binario: si nacés con pene te digo que tenés que ser varón, te doy la pelota, tenés que ser fuerte, no tenés que llorar, toda una sociedad que presiona para que entres en el cajón previamente asignado. Pero los chiques que no se sienten identificados, aún con todo eso en contra, te dicen: no, yo no soy lo que vos me decís, yo me siento de otra manera, yo soy diferente a lo que me imponés, yo quiero jugar de otra manera, yo quiero expresarme de otro modo. Es tremendo: la voz de los chiques denuncia los dispositivos de poder del modelo binario que, de alguna manera, son una ficción que tienen efectos sobre ellos. En ese sentido, son chiques muy fuertes, valientes, con una convicción interna increíble.
-¿Y cómo responden los padres?
-En general, les cuesta aceptarlo. Primero aparece el asombro. Algunos tenían indicios por sus preferencias o gustos, otros ni idea de lo que estaba sucediendo y de pronto se enteran por un Whatsapp o una carta. En gran medida, los padres lo niegan, se asustan, tienen miedo, o se sienten culpables. Pero cuando las circunstancias son persistentes, consistentes y coherentes en el tiempo, empieza a haber una apertura diferente, buscan hablar y consultan.
-¿Le cuesta más al papá o a la mamá?
-Sobre todo al padre le cuesta más: se niega a aceptarlo o, a veces, inclusive, empieza a tener una situación muy conflictiva con el hije o con la pareja que acepta, y hay casos donde se dan separaciones de pareja por esto, o hasta se recurre a intervenciones judiciales por situaciones más conflictivas. De todas maneras, todo el proceso de adaptación, de a poco, se está flexibilizando. No nos olvidemos que años atrás, en muchas familias había un dispositivo brutal que no permitía ser a las personas trans, se las castigaba con violencia física.
-¿Y en los más chicos, hermanos, primos, amigos?
-Las generaciones nuevas tienen mayor aceptación, son más espontáneos, aceptan sin tantas vueltas. No tuvieron el corset mental del binario que tuvieron los más grandes. Creo que lo más importante que estamos viendo en esta época, junto con la revolución tecnológica, es la revolución del género, en la que se empiezan a deconstruir situaciones que eran dadas como verdades inamovibles.
Dibujos, reflexiones y sueños
-¿Recuerda el primer caso que atendió?
-Sí, fue hace como 20 años…aún no había formado el grupo en el Durand. Tenía 7 años, se estaba atendiendo en un centro de salud y la psicóloga del lugar me llama y me dice: hay un niño que dice que es nena, cuando llega siempre quiere mis bufandas, mis pañuelos, dice que es nena y yo no sé qué hacer, Adrián, te pido ayuda. Simplemente fui a ver qué sucedía. Aún conservo sus dibujos: dibujaba los genitales masculinos y decía: “Yo tengo pito, pero en realidad debería haber tenido chonchi (SIC)” y dibujaba una vulva. “Conmigo se equivocaron”, agregaba. Cuando le pedí que se dibujara, lo hizo como una odalisca encerrada en una especie de jaula.
-¿Qué consejo les daría a las familias que buscan ayuda, un profesional para consultar?
-Les aconsejo que busquen un profesional que tenga perspectiva de género. Estamos tratando de que todos los profesionales médicos la tengan. La idea es que el pediatra sea el médico de cabecera, pero con perspectiva de género. La tarea tiene que ser dentro de un equipo interdisciplinario, que reafirme todas las identidades trans, binarias y no binarias.
-¿Falta más formación en salud trans y perspectiva de género?
-Sin dudas. Todos los estratos de la medicina tienen un capítulo para escribir que es la medicina trans. Ahora, por caso, estoy escribiendo uno para oftalmólogos. Hay casos en los que me llaman porque quieren aprender, entonces preparo charlas o les escribo un capítulo para explicar cómo dirigirse a las personas trans, respetar sus nombres, sus pronombres (mío, mía, ella, él, elle). Básicamente, les hablo del derecho del acceso a la salud y a recibir un trato digno que tienen las personas trans.
-Lleva 15 años acompañando estos procesos. ¿Qué reflexión hace de este recorrido?
-Mirá, si hay algo que aprendí en estos años fue ser mejor persona. Y por varias cosas. En algún punto me ayudaron a ver los dispositivos de poder del sistema binario que me atrapaban y no me dejaban a ver mis privilegios ni a las personas tal cual son. Creo que el mundo no está completo sin las personas trans. En la versión cis hay una sola visión, sesgada y ciega a la realidad de la riqueza de la diversidad humana. Validar el discurso y la sabiduría de las personas trans es lo que nos completa como seres humanos. Nunca vamos a entender a los seres humanos si no incluimos esa visión de la vida, de la cual sigo aprendiendo. Las personas trans son las que más me han enseñado.
-¿Y cuál es su sueño, su mayor deseo, en relación a todo este aprendizaje?
-En algún momento me voy a jubilar, quizás próximamente, y el riesgo es que el equipo del Durand se desintegre. Mi sueño es que lo que hoy es un grupo de trabajo se convierta en una unidad de atención jerarquizada en la estructura del hospital, con más profesionales para poder dar respuesta a la creciente demanda. Tenemos que mejorar la atención de las personas trans en todas las edades, para eso necesitamos recursos. Hay un expediente dando vuelta. Ese mi sueño, esa es mi lucha.
Fuente: Infobae