Adiós al turismo social: una despedida que duele

La reciente decisión del gobierno nacional de cerrar las Unidades Turísticas de Chapadmalal y Embalse me llena de tristeza e indignación. No es solo el cierre de dos complejos hoteleros; es el fin de un sueño colectivo, de una política que durante décadas hizo posible que miles de familias trabajadoras, jóvenes y jubilados pudieran conocer su país y vivir la experiencia de unas vacaciones dignas.

Desde su inauguración en 1950, estos complejos han sido testigos de incontables momentos de alegría, de niños que veían el mar por primera vez, de abuelos que se reencontraban con su infancia, de familias que hallaban un respiro en medio de sus luchas diarias. Y lo sé porque lo vi con mis propios ojos. Entre 2013 y 2015, gestioné que más de 5.000 jóvenes rionegrinos viajaran gracias a estos programas. Recuerdo sus caritas iluminadas al subirse al micro, algunos con nervios, otros con una sonrisa radiante, sintiendo la emoción de emprender un viaje que quedaría grabado en sus recuerdos para siempre.

Aún hoy me cruzo con adultos que me cuentan cómo aquel viaje marcó su infancia, cómo les abrió los ojos a un mundo más grande, cómo los llenó de sueños. Porque de eso se trata: de garantizar derechos, de abrir puertas, de hacer que la felicidad no sea un lujo reservado para unos pocos.

Cerrar estos complejos es cerrar oportunidades, es quitarle a las nuevas generaciones la posibilidad de viajar, de aprender, de compartir. Es, además, poner en riesgo más de 500 puestos de trabajo y golpear a las economías locales que dependen de estos espacios.

No podemos aceptar que una decisión administrativa borre de un plumazo décadas de justicia social. Por eso, insto al gobierno nacional que recapacite, que escuche a quienes vivieron esta experiencia, que entienda que Chapadmalal y Embalse no son solo hoteles: son símbolos de un país que alguna vez soñó con la igualdad de oportunidades.

Defenderlos es defender el derecho a soñar, a conocer, a sentirnos parte de algo más grande. Es defender la esperanza de un país más justo, más inclusivo y, sobre todo, más humano.

Fuente: Prensa Senadora García Larraburu