Bahía Blanca: Inundaciones y cambio climático

Una investigación atribuye el aumento de las lluvias extremas que desembocaron en las inundaciones que sufrió Bahía Blanca al cambio climático provocado por el hombre y no a la variabilidad natural del clima. Por qué estos eventos podrían ser cada vez más frecuentes y qué hacer al respecto.

La lluvia que cayó sobre Bahía Blanca, Villa Longa y Pedro Luro el último 7 de marzo fue de carácter totalmente excepcional si se la compara con los registros pasados. ClimaMeter, un equipo internacional de investigación del que forman parte Marisol Osman y Silvina Solmon, de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), junto con científicos de países europeos, no identificó una influencia significativa de fuentes naturales de variabilidad climática en estas precipitaciones, lo que implicaría que el principal factor de este fenómeno extremo sería el cambio climático generado por la emisión de gases de efecto invernadero, producto de la actividad humana.
El fenómeno de lluvias extremas en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, con un total de 290 milímetros de lluvia que cayeron el viernes 7 de este mes, rompió el récord de precipitación diaria en esta zona y derivó en inundaciones que provocaron la evacuación de 1.400 personas y 16 fallecimientos en la ciudad de Bahía Blanca.
“Lo que hicimos fue mirar situaciones parecidas en el pasado y hacer una clasificación en la que se puedan diferenciar distintas condiciones meteorológicas y variaciones en la atmósfera, como viento, lluvia o temperatura, dado que existe la variabilidad natural del clima: los veranos no son siempre iguales, pueden ser más húmedos o más secos, por ejemplo. Si se piensa que la atmósfera está más caliente hoy en general, y que se acumula más vapor cuando la temperatura está más alta, se esperaría que llueva más cuando se libera ese vapor de la atmósfera”, explicó Osman, investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CNRS–IRD–CONICET-UBA) y del Instituto Franco-Argentino para el Estudio del Clima y sus Impactos.
La investigación se basó en un banco de datos, ERA5, que comprende registros del clima (temperaturas, lluvias, presión y viento, entre otros) y de reportes meteorológicos de los últimos 80 años a nivel global. “Esta interpolación de datos nos permite hacer comparaciones con eventos del pasado”, dice Osman. Y aclara que trabajar con datos de este tipo mediante el reanálisis de los mismos, “puede tener ciertas limitaciones y lo ideal sería que se pudiesen incorporar al modelo datos de estaciones meteorológicas cercanas, pero el proceso de disponibilización de esos datos tarda un poco más, sobre todo cuando se quiere tener algo rápido por un evento en particular como el de esta inundación. Con más tiempo vamos a poder usar los datos de las estaciones meteorológicas de la región, que probablemente coincidan”.
Con el objetivo de mitigar las inundaciones de la zona bahiense, se construyó el Canal Maldonado para el drenaje del agua del arroyo Napostá durante períodos de precipitaciones intensas. Sin embargo, en una lluvia que superó todos los registros precedentes esto no fue suficiente, provocando graves anegamientos urbanos. En el año 2012, Paula Zapperi, científica del CONICET y del Departamento de Geografía y Turismo de la Universidad Nacional del Sur (UNS), publicó un estudio como parte de su tesis de doctorado en el que advertía sobre el efecto de las lluvias intensas en las áreas de menor pendiente de Bahía Blanca.
Informes como el Sexto Reporte de Evaluación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, en inglés) señalan que este tipo de eventos extremos pueden volverse más frecuentes en distintas zonas del mundo y hasta empeorar si las temperaturas globales superan los dos grados centígrados con respecto a los niveles previos a la Revolución Industrial. Las últimas noticias no son alentadoras: el año 2024 fue el más caluroso del que se tenga registro en el planeta (desde 1850) y el primero en superar los 1,5 grados celsius de calentamiento.
Según Osman, “de seguir aumentando la temperatura, el reporte del IPCC no solo espera un aumento en la frecuencia de estos eventos de lluvia extrema, sino también su concentración en pocos días y horas, con lo que por eso también se debe pensar en la infraestructura disponible para que el agua escurra en menos tiempo”.
La investigadora también destaca el rol del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), que empezó a emitir alertas dos días antes, que fueron incrementando su intensidad. “Ese tipo de medidas es parte de las estrategias que tienen que tener las ciudades para adaptarse al cambio climático. El SMN ha construido un sistema de emisión de alertas que no tiene nada que envidiar al de otros organismos de otras partes del mundo. Pero esto tiene que ir acompañado de una buena coordinación con otras agencias del Estado que pongan a la población a salvo. Una medida absolutamente impopular, como suspender las clases ese viernes, salvó muchas vidas”, dijo. Y agregó: «Hay un componente de las ciencias sociales que trabajaba en el SMN, con funciones muy importantes en cuanto a la comunicación y al trabajo con la comunidad, que se ha visto reducido. Que el SMN siga contando con personal calificado es muy necesario, al igual que mantener y mejorar estos sistemas de alerta”.
Por Bruno Massare
Fuente: Agencia TSS