El lupus es una patología inflamatoria autoinmune, es decir que se produce cuando el cuerpo genera defensas y mecanismos de ataque a sus propias células. Esta condición genera una gran variedad de síntomas, que van desde sarpullidos y cansancio a afectaciones en las articulaciones, riñones, membranas mucosas, sistema cardiovascular y otros sistemas del cuerpo.
Se trata de una enfermedad crónica que actualmente no tiene cura, aunque se utilizan esteroides, analgésicos y una variedad de fármacos para reducir la sintomatología.
Hace ocho años Silvia supo que tenía lupus. A partir de entonces, comenzó tratamientos agresivos que la deprimieron, hasta que conoció el cannabis con el que calmó sus dolores, pudo volver a sonreír y viajar.
En el 2010 me diagnosticaron lupus discoide. Me daban corticoides y tenía reacciones alérgicas al medicamento específico, lo que demoró tres meses el inicio del tratamiento. Después de un año, tenía falta de sensibilidad y dolor en un pie: me diagnosticaron polineuropatía somato sensitiva y motora de los cuatro miembros. Me daban 40 mg de corticoides por día y comencé a tomar gabapentin. Me traté con los mejores médicos, padecí y padecieron los que me rodeaban, esta enfermedad era invalidante, no podía caminar ni estar parada, no soportaba las sábanas sobre los dedos de mis pies. Tenía mucha bronca. El “por qué a mí” fue mi leitmotiv por mucho tiempo.
“COMENCÉ CON UNA GOTA DE ACEITE DE CANNABIS POR DÍA. NO SENTIR DOLOR PARA MÍ ES INCREÍBLE, TOTALMENTE IMPENSADO”.
¿Y de qué manera evolucionó el tratamiento que eligieron?
Me agregaron inmunoglobulina, primero endovenosa en internación una vez por mes y luego pasaron a la forma subcutánea, tenía que hacerme aplicaciones en la panza, las padecí por cuatro años. A consecuencia de los medicamentos sufrí cambios de personalidad, de humor, depresión, etc. Conclusión: además de todos los especialistas, me atendía una psiquiatra, tuve enfermedad de Hashimoto, cataratas en ambos ojos, ruptura de tendón tibial posterior, fascitis plantar, alopecía, falla de glándula suprarrenal, cinco síncopes e inicio de compromiso renal. En diciembre de 2017, ya el neurólogo me agregó tramadol y me dijo que podía tomar hasta 80 gotas por día.
¿Cómo llegaste a usar cannabis?
Mi hijo, a todo esto muy angustiado por la progresión de mis dolencias, un día me dijo por qué no probaba con el cannabis, pero yo desconfiaba mucho por la interacción con mis remedios. Entonces me animó para que me inscriba en un curso que daba la asociación Mamá Cultiva, ya que una amiga de él tenía a su mamá con fibromialgia y estaba muy bien, sin dolor, con el aceite. Fui a la reunión de Mamá Cultiva, me impactó mucho, contacté con un doctor que me inició con la terapia cannábica.
“COMENCÉ A CULTIVAR, ARMAMOS CON MI HIJO UN INDOOR. Y YA PREPARÉ MI PRIMER EXTRACTO”.
¿Qué resultados viste desde el uso del cannabis?
Fue un cambio radical. Comencé con una gota por día, lo tomé y me desperté de la siesta muy enojada porque había dormido cuatro horas, entonces mientras puteaba me senté en la cama y noté que ya no me dolía el pie. No sentir dolor para mí era increíble, totalmente impensado. Desde ahí comencé a cultivar, armamos con mi hijo un indoor. Ya preparé mi primer extracto, ahora me autodenomino “la evangelista del cannabis”.
¿Por qué?
Le hablo a todo el mundo del tema, comencé a cursar en la Universidad de la Plata un curso de promotores en terapias cannábicas, porque pienso que es indispensable difundir la existencia de esta planta con tanta gente sufriendo desde lo físico y también desde lo monetario, porque hay personas que ni siquiera pueden comprarse los medicamentos. Yo soy amante de la montaña, durante muchos años hice trekking, hace un mes pude hacer un viaje a la montaña y, con mi bastón, llegué a subir, así que estuve realmente muy feliz y emocionada por hacer algo que pensé que no iba a poder repetir en mi vida.
“BAJÉ A LA MITAD LA DOSIS DE TODOS LOS MEDICAMENTOS Y ELIMINÉ LA INMUNOGLOBULINA QUE ME INYECTABA EN LA PANZA”.
¿Cómo lo usás?
Tomo ocho gotas por día de extracto, bajé a la mitad la dosis de todos los medicamentos y eliminé definitivamente la inmunoglobulina que me inyectaba en la panza con tanto dolor. También hice cremas y tinturas, las uso para hacerme masajes. Sumé el vaporizador como rescate para el dolor. Vivo feliz, muy activa y con ganas de seguir adelante.
Fuente: Revista THC