Nacional – El Gobierno confirmó que sigue negociando la construcción de centrales nucleares con China, pero la posible construcción de una planta llave en mano que utilice uranio enriquecido dejaría de lado conocimientos acumulados durante décadas. En un seminario se reflexionó sobre sus posibles consecuencias y el rol de las tecnologías en el desarrollo del sector nuclear argentino.
En su Informe de Gestión 114, el jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña, confirmó que se siguen discutiendo las condiciones contractuales con China para la construcción de plantas de energía nuclear, un proyecto que comenzó a tambalear tras las tratativas del Gobierno argentino con el FMI. Sin embargo, peña evitó aclarar si la instalación de una cuarta central, que iba a funcionar con uranio natural, será dejada de lado para construir directamente una que utilice uranio enriquecido –opción prevista para una quinta central también acordada con China–, una tecnología que no tiene tradición en el desarrollo nuclear argentino.
El principio de la energía nuclear se basa en la división del núcleo de un átomo, lo cual produce energía. Lo que se busca es que las partes en las que se dividió ese núcleo golpeen a los núcleos de otros átomos para dividirlos y así generar una reacción en cadena. Hay un elemento que tiene la capacidad para generar esta reacción en cadena y es el uranio en su isótopo 235, que en la naturaleza resulta muy difícil de encontrar y que en general se encuentra mezclado con otros isótopos de uranio, como el 238, mucho más abundante. Pero la separación de estos dos elementos es muy difícil desde el punto de vista técnico y también por cuestiones geopolíticas, ya que en altas concentraciones es un insumo clave para la fabricación de bombas nucleares.
Las centrales nucleares argentinas son alimentadas con combustible fabricado en el país. Atucha I lo hace desde 1982 –año en el que entró en funcionamiento Dioxitec, la empresa creada para garantizar el suministro de dióxido de uranio– y Atucha II desde el inicio de su operación, en 2014.
La Argentina acumuló conocimientos durante décadas para la generación de energía nuclear mediante el uso de uranio natural y agua pesada, un moderador que hace que los neutrones liberados reaccionen con los isótopos 235 en lugar de los 238, y que de esa forma permite generar la reacción en cadena.
En el seminario “Uranio natural o uranio enriquecido (46 años después). ¿Valió la pena?”, dictado por el doctor en Física e investigador de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) Ernesto Maqueda –en el que estuvo presente TSS–, se explicó el proceso histórico que llevó a la decisión de usar uranio natural y se destacó el rol que tuvo la Asociación de Profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica (APCNEA).
En 1965, durante la presidencia de Arturo Illia, se decidió construir Atucha I y tras una serie de evaluaciones se optó por una central de uranio natural y agua pesada fabricada por Siemens con tecnología abierta, es decir, que profesionales argentinos viajaron a formarse a Alemania para conocer la tecnología. La construcción comenzó en 1968 y la participación local fue del 90% en la obra civil y del 50% en el montaje del reactor. Atucha I fue inaugurada en 1974 y fue la primera central nuclear de América Latina. Posteriormente, a la hora de pensar en una segunda central, hubo una larga discusión sobre la conveniencia de instalar plantas con uranio enriquecido o natural.
En un “documento base” publicado por la APCNEA el 13 de agosto de 1972, se señalaba que “la decisión referente al tipo de combustible es esencialmente de carácter político”. Esto se debía a que desde la CNEA se consideraba que la producción de energía con uranio natural permitiría el manejo completo del ciclo de combustible, ya que de otra manera se dependería de comprarle el insumo a Estados Unidos, el único país que lo proveía de manera comercial y que de un momento a otro podía imponer condiciones que cancelaran las ventas y obligaran a parar la planta.
Por entonces, en el seno de la dictadura militar encabezada por Alejandro Lanusse existían diferentes posiciones. Los comandantes de Fuerza Aérea y de la Marina querían usar uranio natural, mientras que en el Ejército, y especialmente Lanusse, se inclinaban por usar uranio enriquecido. Esa interna quedó revelada tras una gran cantidad de reuniones que tuvieron los profesionales de la CNEA con diferentes niveles de la cúpula militar y que quedó registrado en un archivo de aquella época, en la que buscaban convencer a las autoridades militares de que la tecnología más conveniente para el desarrollo del país era la de producción de energía con uranio natural.
“Siempre había uno que tenía un primo o un tío que era coronel y podía conseguir una reunión. En ese tema fue importante la APCNEA, porque los profesionales de CNEA pudieron utilizar esos contactos informales que para poder llegar hasta el poder y exponer y aclarar lo que se necesitaba”, le dijo Maqueda a TSS.
Finalmente, en 1967, se tomó la decisión de hacer la central de Embalse, en Córdoba, con tecnología CANDU (canadiense), de uranio natural. Su construcción comenzó en 1974 y su operación comercial se inició en 1984.
Las centrales nucleares argentinas son alimentadas con combustible fabricado en el país. Atucha I lo hace desde 1982 –año en el que entró en funcionamiento Dioxitec, la empresa creada para garantizar el suministro de dióxido de uranio– y Atucha II desde el inicio de su operación, en 2014. En el caso de Embalse, por diferencias con el proveedor canadiense (Atomic Energy of Canada), recién se pudo alimentar con combustible nacional producido en Dioxitec a partir de 1988.
En la Argentina actualmente no existen capacidades para producir uranio enriquecido para plantas nucleares en forma industrial, ya que hasta el momento solo se han obtenido resultados en escala de laboratorio.
Aunque hoy todas las voces del sector nuclear se alzan en defensa de la construcción de una cuarta central con uranio natural, el Gobierno avanzaría con la construcción de una central llave en mano de uranio enriquecido. En este caso, ni siquiera se espera que haya una política de apertura de tecnología, sino que la fabricación se realizaría en China y posteriormente se ensamblaría acá.
China tendría mucho interés en que se construya la central con uranio enriquecido de 1000 MW ya que es un modelo nuevo del que recién se están construyendo los primeros prototipos y se espera que las operaciones comerciales empiecen en el año 2019. Además, existe una fuerte competencia entre Rusia y China por vender centrales nucleares en América Latina y por eso es que China estaba dispuesta a financiar la construcción de una central con uranio natural siempre y cuando luego se construyera otra con su tecnología.
El contrato final para la construcción de la central nuclear con tecnología china podría firmado durante la visita del presidente chino a la Argentina en el marco de la realización del G20, en los primeros días de diciembre.
Fuente: Agencia TSS – Por Matías Alonso