Contra la rabia en el norte

Nacional – Investigadores del INTA y del ANLIS Malbrán trabajan en una vacuna antirrábica de tercera generación para cubrir las necesidades de protección de los bovinos del norte argentino. El desarrollo biotecnológico se encuentra en etapa de pruebas y ofrecería una alternativa más segura y de menor costo frente a las que actualmente se aplican.

Si bien en la Argentina hace diez años que no hay casos de rabia en seres humanos gracias al control y la vacunación obligatoria de animales de compañía como perros y gatos, en el norte del país la rabia es una enfermedad endémica en animales domésticos y salvajes. Aunque no es obligatoria, la vacunación de bovinos representa una demanda como parte de la estrategia de prevención de la enfermedad.

La necesidad de contar con una vacuna antirrábica a un costo más reducido que el actual para poder atacar este problema en el territorio llevó a que investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) se lanzaran a desarrollar una de tercera generación.

Las vacunas de primera generación, cuyo uso ya se discontinuó en la Argentina, eran producidas en cerebro de ratón lactante. Posteriormente comenzaron a desarrollarse las de segunda generación, que se producen en cultivos celulares con el virus rábico inactivado, exigen medidas de seguridad muy estrictas y, en última instancia, también costosas.

La vacuna que se está desarrollando en el INTA utiliza técnicas de biotecnología a partir del uso del virus canaripox (viruela del canario), que no se replica en mamíferos, al que se le inserta la glicoproteína del virus rábico para inducir la protección contra la rabia. Con este método se elimina la manipulación del virus rábico infeccioso en la etapa de producción y gracias a esto se podrían disminuir los costos asociados a los altos niveles de bioseguridad.

Las vacunas de segunda generación se producen en cultivos celulares con el virus rábico inactivado y exigen medidas de seguridad muy estrictas.

La rabia suele contagiarse por la mordedura de animales como los murciélagos, el principal vector en ambientes rurales y responsable de la transmisión a las vacas. Los murciélagos cumplen un rol ecológico fundamental, con lo cual no se los puede eliminar, pero sí se pueden realizar tareas de vigilancia y control sobre qué cepas del virus circulan entre ellos. En la Argentina, el desarrollo de una vacuna antirrábica para bovinos de tercera generación no estaba cubierto por instituciones o laboratorios privados, por lo que esta demanda debió ser cubierta por el sector público.

El equipo de trabajo está integrado por investigadores del INTA, que son los que implementaron la plataforma para desarrollar la vacuna, e investigadores de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS) Malbrán, que tienen amplia experiencia en producción y evaluación de vacunas antirrábicas y adonde se producían las vacunas de primera generación hasta que se descontinuó su uso. “Lo que logramos hacer con esto es unir capacidades de dos instituciones públicas. El Instituto de Biotecnología del INTA aportó la plataforma y la ANLIS el conocimiento para la evaluación de la vacuna, es decir, su eficacia, la duración de la respuesta y un montón de otros parámetros que se evalúan. Allí tienen las instalaciones adecuadas, el personal entrenado y un montón de años de experiencia en esto”, explicó a TSS la especialista del Instituto de Biotecnología del INTA Gabriela Calamante.

El canaripox es un tipo de virus muy estable, con lo cual el almacenamiento y el transporte de una vacuna de este tipo resistiría mejor a los cambios de temperatura, algo muy importante en el norte de la Argentina cuando se debe vacunar en el campo.

Si bien el desarrollo todavía se encuentra en una etapa de prueba de estabilidad, los investigadores esperan que un lote de vacunas de este tipo pueda durar almacenado significativamente más que los 18 meses que resisten las vacunas de segunda generación.

La vacuna que se está desarrollando en el INTA utiliza técnicas de biotecnología a partir del uso del virus canaripox (viruela del canario), que no se replica en mamíferos, al que se le inserta la glicoproteína del virus rábico para inducir la protección contra la rabia.

El equipo del INTA ya había desarrollado una vacuna de tercera generación mediante una articulación público-privada junto con el laboratorio Inmuner, de Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, en la que se había utilizado el virus canaripox para prevenir la enfermedad de Gumboro, que afecta a pollos de engorde y gallinas ponedoras. Esa vacuna ya fue aprobada por el SENASA y su lanzamiento comercial se hizo hace un año.

El desarrollo de la vacuna antirrábica de tercera generación se había iniciado en el año 2011 y tuvo muy buenos resultados en las etapas de evaluación de la potencia que se hizo en ratones. El proyecto contó con el apoyo del INTA, del ANLIS Malbrán, un subsidio PICT de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y un premio del SENASA.

Del desarrollo participan especialistas del ANLIS Malbrán, que tienen amplia experiencia en producción y evaluación de vacunas antirrábicas y adonde se producían las vacunas de primera generación hasta que se descontinuó su uso.

Actualmente, se encuentra en la etapa de evaluación en el animal de destino, en este caso las vacas, para medir si la respuesta inmune es la que requieren los organismos regulatorios. “Estamos finalizando el primer ensayo en bovinos y tenemos que hacer un segundo ensayo para el cual necesitamos financiamiento. En este momento en el que no se está invirtiendo tanto en investigación y desarrollo en el país creemos que vamos a demorar un poco para el paso siguiente”, explicó Calamante.

Además del canaripox, el equipo está trabajando con otros virus en caso de que las pruebas no alcancen los resultados esperados. Esto también es parte de la estrategia para contar con un producto exitoso y, de manera adicional, ayuda a conocer otros mecanismos de inmunización que pueden derivar en nuevas vacunas.

 

Fuente: Agencia TSS – Por Matías Alonso