Investigadores del Instituto de Química Biológica de la UBA y el CONICET trabajan en un método de diagnóstico de esta enfermedad más económico, sencillo y eficaz que las pruebas que se usan actualmente. Están poniendo a punto el prototipo y buscan una empresa para transferir la tecnología.
La tuberculosis es una enfermedad que, pese al avance de la ciencia en el control y la prevención de enfermedades, está entre las diez primeras causas de mortalidad en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, en el año 2017 hubo 10 millones de personas que contrajeron la enfermedad y 1,6 millones de muertes. A su vez, entre los años 2000 y 2017, se salvaron alrededor de 54 millones de vidas gracias a la aplicación de un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado. El problema es que los métodos de detección que se usan habitualmente son costosos o ineficaces.
En busca de una técnica más eficiente, investigadores del Instituto de Química Biológica (IQUIBICEN), perteneciente al CONICET y a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, desarrollaron un kit de diagnóstico para tuberculosis más preciso, económico y sencillo de utilizar. “Con más de diez años de trabajo en esta línea, pudimos desarrollar herramientas que nos permitieron no solo simular el kit extranjero sino mejorarlo, ya que puede diferenciar la enfermedad activa de la infección latente”, dijo a TSS la investigadora Verónica García, vicedirectora del IQUIBICEN y directora del proyecto.
La tuberculosis activa se transmite a través del aire y se manifiesta por síntomas como la tos, dolores torácicos, debilidad y fiebre. La forma latente, en cambio, implica que la persona está infectada con la Mycobacterium tuberculosis pero no desarrolló la enfermedad ni la contagia. A nivel mundial, se estima que una de cada cuatro personas tiene tuberculosis latente y, de éstos, quienes más riesgo tienen de desarrollar la enfermedad son aquellos que presentan un sistema inmune débil, como es el caso de quienes tienen VIH, diabetes o desnutrición.
La muestra puede ser procesada e incubada en equipos que se encuentran en cualquier laboratorio de análisis clínico. Ese proceso dura entre 16 y 24 horas y genera la separación del plasma, que se usará para la segunda parte de la prueba: la realización de un ensayo tipo ELISA, también desarrollado por los investigadores, que arrojará el diagnóstico.
El método de detección habitual de la tuberculosis es la prueba de Mantoux o PPD. Esta prueba es económica, pero presenta baja sensibilidad. Por otro lado, hace unos 15 años, surgieron nuevos métodos de diagnóstico que se conocen como “Ensayos de liberación de Interferon Gamma” (IGRA, por sus siglas en inglés). Si bien los IGRA tienen mayor precisión que la prueba PPD, la técnica es muy costosa (inaccesible para gran parte de la población latinoamericana) y no permite distinguir entre las formas activa y latente de la enfermedad.
Para desarrollar una prueba que permita diferenciar entre ambas formas de la tuberculosis, los científicos estudiaron diversas combinaciones de péptidos de un antígeno (fragmentos de proteínas) de la mycobacteria, hasta dar con una que redujera al máximo posible los falsos positivos y negativos. “El kit que desarrollamos sería muy sencillo de utilizar y, si bien todavía no podemos calcular con precisión los costos porque no está terminado, sabemos que va a ser más económico que el QuantiFERON (nombre comercial de la prueba IGRA)”, afirma Nicolás Amiano, integrante del equipo del IQUIBICEN.
Con respecto a la prueba PPD, si bien sería un poco más costosa, tendría otras ventajas. “Ese método implica que la persona vaya al hospital o centro de salud para que le inoculen un purificado de proteínas de la bacteria en el brazo. Luego, tiene que volver a las 48 o 72 horas para que personal médico entrenado haga la lectura del diagnóstico. Muchas veces los pacientes son de bajos recursos y al no tener dinero para el transporte o tener otras prioridades, no vuelven”, explica el investigador.
El método desarrollado por los científicos del IQUIBICEN es sencillo de ejecutar y consiste en extraer una muestra de sangre del paciente (5 mililitros) y colocarla en cuatro tubos de recolección preparados con la combinación de antígenos y reactivos. La muestra puede ser procesada e incubada en equipos que se encuentran en cualquier laboratorio de análisis clínico. Ese proceso dura entre 16 y 24 horas y genera la separación del plasma, que se usará para la segunda parte de la prueba: la realización de un ensayo tipo ELISA (inmunoabsorción ligado a enzimas), también desarrollado por los investigadores, que arrojará el diagnóstico.
“Actualmente estamos en la puesta a punto del prototipo y trabajamos en aumentar el número de muestras para ver si los reactivos que hemos generado nos dan los resultados esperados y qué cosas tenemos que ajustar para obtener mejor especificidad y sensibilidad. Para eso trabajamos en colaboración con dos hospitales de la Ciudad de Buenos Aires, el Muñiz y el Piñero, que nos envían muestras de pacientes con tuberculosis y de individuos que conviven con ellos, que tienen una alta exposición a la mycobacteria. También estamos en la búsqueda de una empresa que esté interesada en adoptar la tecnología para pasar a una escala mayor”, dice Amiano.
Fuente: Agencia TSS – Por Nadia Luna