El cáncer constituye la tercera causa de muerte en la Argentina. Sin embargo, todavía existen muchos tabúes que impiden hablar abiertamente sobre esta enfermedad frente a la cual siempre se puede hacer algo para evitarla o prevenirla, tratarla o convivir con ella. Los criterios para su prevención y las controversias sobre cómo y cuándo hacer estudios para su detección.
Las enfermedades no transmisibles constituyen la principal causa de muerte a nivel mundial. Entre ellas, el cáncer se encuentra en segundo lugar en el mundo y en el tercero en la Argentina, detrás de las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, según datos del Instituto Nacional del Cáncer (INC). “El cáncer es una enfermedad muy común y es cada vez más frecuente, a medida que el ser humano envejece cada vez más”, dice Matías Chacón, presidente de la Asociación Argentina de Oncología Clínica (AAOC), y advierte que todavía existen muchos temores y tabúes que impiden hablar abiertamente sobre esta enfermedad.
Las analogías de lucha y combate ligadas a los tratamientos de esta enfermedad suelen ser cuestionadas por los especialistas. “No es una guerra contra el cáncer sino un recorrido a favor de la salud, ya que cáncer no es sinónimo de enfermedad terminal y siempre hay algo por hacer”, afirma Pablo Gandino, coordinador de Prensa de AAOC, una asociación que reúne a 2.200 oncólogos de todo el país.
“Es importante quitarle el lenguaje bélico porque si no parece que quien no mejora es porque no luchó lo suficiente, y no es así”, coincide Karin Kopitowsi, jefa del Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria del Hospital Italiano de Buenos Aires (HIBA). Las acciones de prevención primaria, como tener una alimentación saludable, no fumar, evitar el alcohol y practicar actividad física de manera frecuente son una fuente de prevención que, a diferencia de los estudios de tamizaje –como mamografías y colonoscopías– no generan efectos colaterales y tienen un efecto multiplicador que impacta en la mortalidad global, porque muchas no solo ayudan a disminuir la incidencia y mortalidad por cáncer sino también el desarrollo de otras enfermedades.
“El tabaco es el principal hacedor de cáncer de toda la historia del ser humano. De 18 millones de personas que se enferman de cáncer, dos millones tienen cáncer de pulmón y, entre ellos, mueren casi 1.800.000 pacientes”, ejemplifica Chacón y afirma que, según cifras de la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con una buena prevención primaria se pueden evitar el 40% de los desarrollos de cáncer a nivel global. En cambio, “hacerse la mamografía a partir de los 40 o 50 años de edad, el PAP, vacunarse contra el HPV o hacerse la colonoscopia a partir de los 45 años no es prevención. Eso es hacer detección precoz de lesiones que a través de un proceso terminan en un cáncer”, aclara el especialista.
La diferencia puede parecer sutil pero es importante para comprender que la prevención puede empezar antes de llegar al sistema de salud, mientras que muchos de los métodos de rastreo que suelen ser considerados como “preventivos” son herramientas que permiten detectar una enfermedad que ya está presente. “Creo que al discurso del rastreo y el tamizaje le falta poner sobre la mesa que tienen efectos adversos y es necesario acompañarlos con información cuantificada sobre sus beneficios”, afirma Kopitowski y destaca que, por eso, desde el servicio que coordina en el HIBA promueven un modelo de “toma de decisiones compartidas”, basado en experiencias similares que ya se implementan en otros países como Australia, Canadá e Inglaterra, que implica acompañar a las personas en la toma de decisiones sobre su salud, en función de los valores individuales de cada paciente. “No es darle la información y que el paciente decida en soledad, sino acompañarlo para que pueda elegir cómo actuar según sus preferencias. En la consulta diaria de la mayoría de la gente hay decisiones que son grises y a veces hay más de un curso de acción potencialmente correcto”, destaca la especialista.
Julia Ismael, directora del INC, coincide en que las acciones de prevención primaria son “las más efectivas” para evitar que la enfermedad aparezca y explica que el objetivo del instituto que dirige es contribuir a disminuir la mortalidad por cáncer. Para ello, entre otras iniciativas, cuentan con tres programas de prevención y rastreo –para cáncer de mama, de colon y de cérvix–, cada uno con recomendaciones propias basadas en evidencias internacionales y en criterios que sugieren la Organización Mundial de la Salud (OMS), los grupos de Trabajo de Servicios Preventivos de Estados Unidos y Canadá, el Comité Asesor para la Prevención del Cáncer de la Unión Europea y los Servicios Nacionales de Salud de Inglaterra.
El cáncer de mama en la Argentina
Fuente: Programa Nacional de Cáncer de Mama, Instituto Nacional del Cáncer.
Los criterios para establecer recomendaciones de rastreo y detección temprana (que es lo que se conoce como prevención secundaria) se actualizan y modifican a medida que se genera nueva evidencia científica. Ismael recuerda que hubo una polémica sobre la edad de inicio del tamizaje en busca de cáncer de colon, que es la segunda causa de muerte por cáncer en ambos sexos después del cáncer de pulmón, que el año pasado representó casi el 13% del total de fallecimientos por cáncer. Actualmente, el INC recomienda hacer un estudio de sangre oculta en materia fecal entre los 50 y los 70 años de edad, tanto en hombres como en mujeres sin síntomas ni antecedentes.
“Hace unos años, un estudio motivó que se adelantara la edad a los 45 años. Volvimos a revisar los datos y vimos que el cáncer de colon aumentó en forma global pero no particularmente en los jóvenes”, afirma la especialista y explica que este exámen es un método no invasivo que ya se encuentra disponible en el sistema público de salud en la mayoría de las provincias. “Si el test da positivo se hace la colonoscopía, pero la positividad es de alrededor de un 15%. Es decir, que de cada 100 personas, 85 no van a necesitarla”, detalla la especialista.
Mamografías, ¿cuándo?
Otra controversia que ya lleva varios años se da en torno a los criterios de recomendación de las mamografías y el autoexamen para prevenir el cáncer de mama, una afección que, según datos del INC, se estima que afectará a una de cada ocho mujeres a lo largo de su vida, y más del 75% de ellas sin antecedentes familiares de esta enfermedad.
En la Argentina, el cáncer de mama es la primera causa de muerte por cáncer en mujeres y el de mayor incidencia. Por eso, junto con los hábitos saludables, es importante la realización periódica de mamografías, ecografías mamarias y estudios clínicos para su detección temprana. Pero, ¿cuándo comenzar y con qué frecuencia? A pesar de que el INC recomienda que en mujeres sanas, sin síntomas ni antecedentes familiares, estos estudios se realicen una vez cada dos años entre los 50 y los 69 años de edad, junto con un examen físico de las mamas por parte de un profesional de la salud (desaconsejando el auto examen mamario), las campañas de concientización suelen recomendarla desde edades más tempranas y con mayor frecuencia.
“No quiere decir que el resto de las mujeres no tengan que hacer una consulta y un examen clínico mamario con un especialista. El médico, en el consultorio, evaluará los factores de riesgo y le aconsejará cuándo debe volver o si se tiene que hacer algún estudio complemetario, pero donde sí es segura la eficacia de estas medidas es en ese grupo etario”, aclara Ismael y reitera que esto es así para mujeres sin síntomas ni antecedentes personales o familiares de la enfermedad.
“Nosotras sugerimos la mamografía a partir de los 40 años, como recomienda la Sociedad Argentina de Mastología”, dice Marta Mattiussi, Presidenta de MACMA (Movimiento Ayuda Cáncer de Mama), una asociación civil sin fines de lucro constituida por mujeres que en algún momento transitaron la enfermedad, y reconoce: “Sabemos que el INC la indica a partir de los 50 pero nosotros creemos que la recomendación a partir de los 40 años es apropiada, porque lo dicen los médicos y la mayoría de las mujeres que vienen a MACMA son jóvenes”. Al respecto, Kopitowski disiente y dice “no por el caso individual se puede hacer una medida poblacional que acarrea daños”.
En rojo con negro: cantidad de mujeres que murieron por cáncer de mama. En rojo: cantidad de mujeres que murieron por otro tipo de cáncer. En verde: cantidad de mujeres que obtuvieron falsas alarmas y debieron someterse a otros estudios o biopsias. En celeste: cantidad de mujeres a las que se les removió innecesariamente parte o toda la mama por un cáncer de mama no progresivo. En gris: resto de las mujeres. Fuente: Harding Center for Risk Literacy del Max Planck Institute for Human Development.
Al respecto, existe evidencia científica a nivel mundial que muestra que por debajo de los 50 años de edad las muertes reales que se evitan con las mamografías periódicas son sorprendentemente bajas. Según datos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sidney, en Australia, por ejemplo, de cada mil mujeres que comiencen a hacerse mamografías cada dos años a partir de los 40, al cabo de una década solo se evitarán 0,5 muertes por cáncer de mama. Por el contrario, habrá siete mujeres sobrediagnosticadas con cáncer de mama (es decir, que se le detectará un cáncer que no le provocará síntomas ni la muerte), 239 deberán hacerse más estudios sin tener cáncer por haber obtenido resultados anormales en sus mamografías (es lo que se conoce como falsos positivos), 740 se asegurarán de no tener cáncer de mama y nueve serán diagnosticadas con cáncer, a pesar de hacer los estudios regularmente. Datos similares del Harding Center for Risk Literacy del Max Planck Institute for Human Development indican que, de cada mil mujeres de 50 años o más que no se hagan mamografías de rastreo, cinco morirán por cáncer de mama, pero entre las mil que sí se hagan las mamografías morirán cuatro por la misma causa, en aproximadamente 11 años.
“Discontinuar la mamografía es impensable desde lo cultural, se la considera como algo bueno y ya nadie le presta atención a los datos racionales. En Inglaterra, a las mujeres les dicen que por cada mujer que evita morirse de cáncer de mama con las mamografías, tres son diagnosticadas con un cáncer que nunca les habría traído un problema. Acá no se pone sobre la mesa que hay una controversia y creo que eso es lo que falta, la mirada de que tiene efectos adversos”, cuestiona Kopitowski y concluye que “es cierto que los beneficios existen, pero me parece que simplificamos mucho el mensaje y lo hacemos para un lado que a veces tiene conflictos de interés”.
Por Vanina Lombardi
Fuente: Agencia TSS