El modelo extractivo y la salud pública

En el VII Congreso de Salud Socioambiental, que se desarrolló la semana pasada en Rosario, Santa Fe, se debatió sobre cómo producir alimentos sanos y acerca de la energía como bien público, la justicia ecológica y la articulación entre Estado, universidades, comunidades y movimientos territoriales.

“El eje este año fue la salud en el contexto de la crisis climática, pero lo que distingue a nuestro congreso desde el inicio, y fue pensado para que sea así, es que se trata de un espacio donde la universidad habilita y estimula encuentros entre quienes construyen conocimiento científico desde las academias y quienes lo hacen desde los saberes en los territorios”, le dijo a TSS el médico Damián Verzeñassi, durante el VII Congreso de Salud Socioambiental, que se desarrolló la semana pasada en Rosario, Santa Fe, organizado por más de una veintena de organizaciones, entre instituciones académicas, sociales y ambientales.

“Con ese diálogo horizontal, nos escuchamos entre todos y dejamos que los diálogos de saberes nos permitan repensar nuestras prácticas, fortalecer nuestras acciones y encontrar los temas que preocupan y en los cuales deberíamos poner las lupas desde la universidad. Que las comunidades puedan encontrar en la universidad, y en quienes hacemos ciencia, actores que les ayuden a fortalecer sus planteos, a avanzar en investigaciones que quizás ellos no pueden hacer”, agrega Verzeñassi, que fue uno de los creadores de estos encuentros.

El Congreso de Salud Socioambiental se realiza cada dos años, desde el 2011. Inicialmente, surgió como una iniciativa de la Cátedra de Ambiente y Salud de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), una materia electiva que por entonces dictaba Verzeñassi, y en 2013 ya habían agregado días y charlas: “hubo más de 400 inscriptos que participaban en simultáneo, con voces de todos los continentes y mucha presencia. Fue entonces cuando Andrés Carrasco nos dijo que deberíamos tener un continente más institucional para organizarlo, lo que nos movilizó a crear el Instituto de Salud Socioambiental”, recuerda quien hoy es director de dicho instituto.

El Tercer Congreso fue en el año 2015, un año después del fallecimiento de Carrasco, que fue pionero en denunciar los impactos nocivos del glifosato. Por eso, ese encuentro fue un homenaje a este científico: se desarrolló en la que los organizadores denominaron “semana de la Ciencia Digna”, porque empezó el 16 de junio, día en el que Carrasco hubiera cumplido años, e impulsaron que ese sea el día de la Ciencia Digna. “Además, permitió el nacimiento de la Unión de Científicos Comprometido con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCSNAL), a partir de un documento que había dejado inconcluso, que pudimos terminar entre algunos compañeros y compañeras”, sostiene Verzeñassi.

Este año, el Congreso tuvo más de 600 preinscriptos y una participación presencial de alrededor de 300 personas, entre activistas y científicos comprometidos con la ciencia digna.

Al respecto, Pablo Rullo, que es ingeniero electrónico e investigador del CONICET, habló sobre la experiencia de Trama Tierra, una organización ecologista que está trabajando en temas de pobreza energética y la entiende como una dimensión más de la pobreza en general, que no recae solo en un tema de acceso a los servicios, sino también a otras dimensiones vinculadas a lo estructural de las viviendas, la posibilidad de contar con determinados artefactos y las relaciones que se tejen en torno al acceso a la energía.

 

La socióloga Maristella Svampa se refirió a la necesidad de pensar en transiciones energéticas más justas y recordó que, frente al denominado Green New Deal –o nuevo “pacto verde”, impulsado por los países desarrollados–  lanzaron una propuesta de “transición ecosocial”, junto con activistas e intelectuales de América Latina que trabajan en estas temáticas, que apunta a disputar en términos de crisis civilizatoria un horizonte de transición desde el sur global. “En el marco muy acelerado de la crisis se están imponiendo modelos que benefician al norte global. La transición implica numerosas escalas, pero sobre todo implica pensar qué tipo de sociedad queremos construir en un planeta que ya está dañado, pero en el cual tenemos que construir justicia social y una vida digna”, subrayó la especialista, que es autora del libro “El colapso ecológico ya llegó”, entre otros.

 

Tras una semana de intercambios y debates, quedó instalado en la agenda académica regional la necesidad de empezar a abordar las problemáticas de la crisis climática como una crisis socio ambiental y sanitaria. “Se plantearon diagnósticos realmente preocupantes sobre una situación de crisis, e incluso de colapso socioambiental, que creemos que son clave para poder pensar tratamientos adecuados; y cada una de las mesas terminó proponiendo procesos, posibilidades y oportunidades de caminos hacia otro tipo de realidades, algo que para nosotros era muy necesario”, destacó Verzeñassi.

 

Durante el cierre del congreso, el intercambio de experiencias convocó a repensar las ciudades para que en el futuro sean lugares más igualitarios, vivibles y saludables, así como a buscar el modo de tener un acceso efectivo a la Justicia, lo que implica una perspectiva ambiental en el Poder Judicial y un domino de los saberes necesarios para que las comunidades puedan hacerle frente a los argumentos de las empresas en los litigios. “No nos olvidamos que necesitamos justicia y la reclamamos y trabajamos por ello para identificar a los responsables del colapso de la crisis ambiental; pero también estamos sembrando otro futuro”, concluyó Verzeñassi.

 

 

Por Vanina Lombardi

Fuente: Agencia TSS –