Estudian los efectos de un área protegida en la recuperación de tres especies de interés pesquero

El trabajo realizado por especialistas del CONICET analiza el rol del Parque Nacional El Rey ( Salta) en la protección de poblaciones de peces atractivas para la actividad turística.

Foto: gentileza investigadora.

Un grupo de especialistas del CONICET analizaron los efectos de la protección del Parque Nacional El Rey sobre las poblaciones del dorado (Salminus brasiliensis), el sábalo (Prochilodus lineatus) y la boga (Megaleporinus spp.), tres especies de interés pesquero. El trabajo se desarrolló en el río Popayán (dentro y en los límites del Parque Nacional), parte cuenca del río Bermejito, y fue encabezado por Alejo Irigoyen, investigador del  Consejo en el Centro para el Estudios de Sistemas Marinos (CESIMAR, CONICET). Junto a él trabajaron Gastón Trobbiani y Agustín De Wysiecki, del mismo Instituto; Gastón Aguilera, Guillermo Terán y Baltasar Bugeau, de la Unidad Ejecutora Lillo (UEL, CONICET-FML);  Felipe Alonso, del Instituto de Bio y Geociencias del NOA (IBIGEO, CONICET-UNSa), y Miguel Casalinuovo, fallecido el 16 de julio de 2022.

 

“El trabajo surgió por iniciativa de Felipe Alonso, que es un ictiólogo salteño, y un grupo de trabajo del CONICET en Tucumán. La idea era llevar nuestra especialidad, que es la estimación de abundancia y tamaño de peces en el mar con métodos no destructivos de observación, a los ríos de la selva yungueña de Salta, que tienen agua clara”, explica Alejo Irigoyen. El método utilizado por los científicos del CESIMAR consiste en un ‘censo visual’, que ya llevan practicando en el mar hace unos 20 años, mediante buceo: “Se hacen transectas donde uno cuenta y estima el tamaño de los peces en un área determinada, entonces, se sabe cuántos hay y de qué tamaño”, completa el especialista.

 

En julio de 2022 se realizaron censos visuales de dorados, bogas y sábalos en pozones de tres áreas distintas: un área protegida sin actividad de furtivismo registrada, un área protegida con actividad de furtivismo registrada y un área desprotegida con actividad de furtivismo registrada. En cada pozón se registró la abundancia de cada especie, profundidad máxima y el largo del mismo.

 

El análisis de datos indicó que la abundancia de las tres especies fue menor en áreas con furtivismo o desprotegidas, que en la zona protegida sin furtivismo, representando una disminución de un 74% en dorados, 58% en bogas  y 45% en sábalos, mientras que el tamaño de los dorados fue mucho mayor en el área protegida. “Gracias a un trabajo mancomunado con los guardaparques nacionales, registramos una situación muy buena dentro de un sector del parque, donde encontramos hembras de dorado gran tamaño, que posiblemente sostengan toda la población, y, por otro lado, una situación hacia afuera de explotación de pesca recreativa y también furtiva, donde las poblaciones están muy deprimidas. Hay un contraste brutal desde los límites del parque nacional hacia arriba o hacia abajo, que es donde accede la gente a pescar”.

 

Según indican los autores, las especies y los hábitats de agua dulce se encuentran entre los más amenazados del mundo. En este contexto, las áreas protegidas (AP) son una herramienta clásica para proteger tanto a los ecosistemas y especies como al patrimonio natural y cultural que contienen. Sin embargo, en áreas continentales, las AP se establecen mayormente sobre valores de conservación terrestres, mientras que la protección de ambientes acuáticos y de peces es casual.

 

Con estos datos sobre la mesa, los autores aseguran que el manejo de las especies de estudio y dentro y fuera del Parque Nacional El Rey representa un desafío, dadas las dimensiones reducidas del sector de río donde se encuentran bien conservadas las poblaciones de peces, sobre todo de adultos reproductores de dorados. Si se lograra evitar el furtivismo, este factor propiciaría la recuperación rápida de, al menos, los sectores del río estudiados. La situación actual, además del pasivo ambiental y el riesgo de contar con poblaciones en baja densidad y pocos reproductores, se puede considerar como un pasivo social dada la actividad económica que podría generar la actividad de pesca recreativa. “Algo que tiene el dorado, por ejemplo, es que es una especie que mueve muchísimo turismo extranjero, muchas empresas se dedican a traer gente a pescar dorado, es una economía emergente. Entonces hablamos no solo del cuidado del patrimonio natural y cultural que es esta especie, sino que también son economías muy rentables y que ayudan a la gente del lugar si se hacen adecuadamente”.

 

Fuente: CONICET