A un mes del transfemicidio de Zoe López García, presidenta del Hotel Gondolín, sus compañeras y amigas Michelle y Marlene Wayar cuenta cómo se convirtió en una referenta para la comunidad travesti trans y rescatan su legado.
BUENOS AIRES, Argentina. “Mataron a la Zoe”, les dijeron a las chicas del Hotel Gondolín el sábado 11 de noviembre. Quienes llevaron la noticia fueron dos empleadas de Casa Rosada, compañeras de trabajo de Zoe, con quienes la policía se había comunicado para avisarles que la mujer trans de 46 años, había sido asesinada por su pareja.
Pasó un mes de ese día y aun parece una pesadilla para compañeras y amigas de Zoe López García, presidenta del Hotel Gondolín. La referenta para decenas de travestis y trans que pasaron por allí y también para quienes lo habitan. La “Tía Zoe” las cobijaba, les brindaba calidez a las recién llegadas y les contaba una a una las reglas que debían cumplir durante la permanencia en ese espacio: un hogar para todas.
Zoe fue asesinada el sábado 11 de noviembre en un hotel ubicado en el barrio de Balvanera, en la ciudad de Buenos Aires. Su pareja, Fabián Villegas la apuñaló y le provocó una herida mortal. Él mismo reportó el crimen.
“Zoe sigue viva”
En el Gondolín hay demasiado silencio. Días después del asesinato de Zoe, la tristeza impregna el ambiente. Después de comer, las chicas encienden las velas del altar en la sala común. Allí está la foto de Zoe, rodeada de mensajes de amor para despedirla.
“Todavía no puedo hablar de ella en pasado. Para mí está viva”, dice Michelle Farías a Agencia Presentes. Es una de las chicas que vive en el hotel y conoce a Zoe desde la infancia. Eran vecinas en el barrio Castañares de Salta. “Yo le peleaba. Le decía que estaba gorda y ella me contestaba ‘ay usás camisa, pero te gustaría ponerte pollera’”, recuerda entre risas. “Con el tiempo terminamos siendo amigas. Me tiraba tips”, recuerda.
Llegaba y aparecíamos las mariposas del barrio
Zoe sólo volvía de visita a Salta, y cada vez que lo hacía, cuenta Michelle, era una fiesta. “Llegaba y aparecíamos todas las mariposas del barrio. Yo le decía que iba a reclutarnos (risas). Es que era una revolución total. Todas escondidas, era muy difícil salir del clóset antes, pero vos la veías a ella y te inspiraba. Yo veces caminaba como mirando para todos lados en la calle, para que nadie me mirara. Pero venía ella y no me importaba nada. Andaba para acá y para allá. Es loco porque yo pensaba que era la única en el barrio y de repente estaba rodeada de veinte mariposas más al lado mío”.
En lo primero que Michelle Farías piensa cuando habla de Zoe es en su capacidad por brindarse a los demás y su intolerancia a la injusticia. “Siempre fue una persona muy divertida, espontánea, genuina. Siempre tuvo esa actitud, esa conducta de brindar muy generosa. Y desde que decidió ella ocupar este lugar (la presidencia del hotel), continuó ayudando”, dice, en la misma habitación del Gondolín en la que vivía Zoe, una de las primeras del edificio.
Una chiquita pícara, una sobreviviente
Marlene Wayar también conoció a Zoe de adolescente. “Cuando llegué al Hotel Honduras (Honduras y Medrano) ella ya era parte del grupo de las salteñas y norteñas. Nos conocimos ahí. Como chiquilina que era tenía muy buen humor y un candor, pero eso no la hacía frágil”, recuerda en diálogo con Presentes.
“Zoe se tuvo que defender muy temprano de cosas feas. Era de las chicas, las más callejeras; la que podía valerse por sí misma, ser pícara. Pero siempre volvía a la mesa en común. A estar todas en una habitación con música, conversando, cantando, divirtiéndonos”.
En esos años, Zoe se enfermó con una tuberculosis severa y Marlene la cuidó. Eso generó un vínculo fuerte y amoroso entre las dos. “Compartimos mucho y quedó muy agradecida. Ella no tenía encono con la familia, pero esa imagen maternal no estaba presente, entonces ahí nos quedamos muy unidas”, cuenta Marlene.
“Zoe era muy particular entre las chicas. Al estar tan chiquita en situación de calle, tenía muchos gestos y muchas costumbres de pibes de la calle se hace una especie de manada, se refugian y protegen esa manada. Ese sentimiento era muy fuerte para ella y a veces iba en contra a ella misma. Tuvo durante mucho tiempo una pareja muy complicada. Pero ella siempre como él la protegió en los primeros momentos de absoluta fragilidad, le tenía condescendencia, lo perdonaba. Sabía que estaba en absoluta tensión con el resto de nosotras que no lo queríamos. Pero ella siempre apostaba a que él cambiara”, reflexiona Marlene.
Un lugar para todes y un legado
Su construcción en el Hotel Gondolín convirtió a Zoe en una referenta muy importantes de la comunidad travesti y trans. “No hay muchas instituciones que tengan el peso y el valor que tiene este lugar. Ella era muy reconocida por sus labores. Pero también nos decía todo el tiempo que estudiemos, que ‘el saber ni el conocimiento ocupan lugar’. Nos decía que tratemos de dejar la calle para preservar nuestros cuerpos, nuestras vidas”, recuerda Michelle.
Hoy la mayoría de las chicas que viven en el Gondolín tienen trabajo formal registrado o están estudiando. Deben cumplir ciertos requisitos para permanecer en el lugar, vinculados al cuidado de ellas mismas y a la posibilidad de desarrollarse. Producto de la organización y la persistencia, hace una semana, el hotel pasó a ser una asociación civil.
Zoe López García trabajaba en el comedor de Casa Rosada desde julio de 2021, gracias a la ley de cupos para la inclusión laboral travesti y trans. La Casa Rosada la despidió en redes sociales al conocerse la noticia de su travesticidio.
“A Zoe no le gustaron nunca las injusticias. Cuando comenzó a trabajar en Casa Rosada decía ‘qué loco porque ahora voy a mi trabajo y la policía me abre la puerta para que yo entre a trabajar cuando antes me encerraba en un calabozo’. Tantos atropellos fueron disparadores, no sólo en ella, sino en cada una de las chicas militantes que hoy no están. Ella repetía que no podía creer que con 45 años tenga un trabajo en blanco. Nunca dejó de luchar. Y eso es lo que nos dejó en este legado, la lucha y la perseverancia. Pero sin enojarse, siempre manteniendo la calma, el temple, la mente bien clara”
El Gondolín como familia
Marlene, así como Zoe, se mudó del Honduras al Gondolín. “Ahí Zoe encontró un grupo de hermanas. La Cristal, la salteña y la jujeña, cada una con su grupito de chicas. Y era Zoe la que instaba a la gran olla, a que cocinaran juntas para todas e hicieran diferentes cosas. Era más de lo festivo. Y Cristal era la que se hacía un poco más cargo de que en su pieza estuvieran las que estaban por un momento malo, de enfermedad. Todo eso iba solidificando esa idea de gran familia, de comunidad”.
Cristal, Zoe y Marisa, detalla Marlene, son los hilos conductores del hotel.
“Es un lugar que se mueve mucho por las características migratorias de nuestro colectivo, que va y viene. Se propone una ayuda para que te puedas establecer en los momentos de más fragilidad, que construyas un piso de seguridad económica y que puedas ir hacia la independencia, sabiendo que siempre podés volver. Y que dejes espacio para otras”, explica Marlene. Y agrega que Zoe era una ferviente admiradora de Nadia Echazú, la activista trans cordobesa.
El peor día
El día que la mataron Zoe tenía previsto ir al Mocha fest -del bachillerato Popular Mocha Celis- para participar de la feria de libros y la venta de café en el stand del Gondolín. Había quedado en encontrarse con Michelle a las 13. Una hora antes, la contactó y le Zoe le respondió que terminaba de almorzar y salía para ahí.
Por la tarde, estaba prevista una caminata por el barrio. Allí le iban a dar un reconocimiento por el trabajo realizado con el hotel. Nunca llegó. Michelle cuenta que comenzaron a llamarla con insistencia al celular, les resultaba raro que no aparezca. Hasta que por la noche les comunicaron la terrible noticia.
“Acá se llenó de gente. Tuvimos que pedir que se fueran. Estábamos procesando lo que acababa de pasar. Estábamos todas muy mal y nos teníamos que cuidar entre nosotras”.
Marlene estaba volviendo de Córdoba y cuando le avisaron del asesinato de Zoe. Bajó del micro y se fue al Gondolín. Más allá de la tristeza también recuerda que sintió una gran impotencia sobre un final de algún modo tan temido.
“Cuando llego al hotel en esas horas, todos los comentarios eran respecto de su pareja y que ninguna lo quería tanto, le desconfiaban. Habían estado reparando esos días el Gondolín. Su pareja había aprovechado para apartarla del grupo y quedar solo con ella. Marisa le insistía que volviera al Gondolín, que no se apartara, pero Zoe no estaba pudiendo tener la fuerza para regresar”, comenta Marlene.
“Al escuchar esos comentarios empiezo a ver como de manual, el círculo de la violencia del que el feminismo ha hablado tanto. Y las personas eran muchas de las chicas travesti, sus hijas, Marisa que estaban viendo esto. Pero también gente de afuera que tiene estas herramientas. Es mucha impotencia no haber llegado a tiempo una vez más, con la posibilidad de interpelar a nuestros seres queridos y decirles estás en una relación nociva, que es tóxica, que no suma, estás arrastrando una piedra”, lamenta.
La violencia que no termina
Fabián Villegas quedó detenido inmediatamente. Fue él quien llamó al 911 para avisar que había herido de muerte a Zoe quien era su pareja hacía muchos años. Durante esa tarde, en la que ya estaba detenido, escribió tres posteos en su Facebook despidiendo a Zoe pero también poniéndole responsabilidad a ella por su propia muerte.
“Era como un final amargamente anunciado, entonces mi pregunta es por qué no tenemos tiempo ni la confianza para hablar estas cosas. Por qué no tenemos las herramientas para resguardarnos de esto y de construir una alianza mucho más fuerte que pueda romper esa alianza histórica del amor romántico, y con la idea de que en problemas de pareja no hay que meterse”.
Para Marlene, el crimen de Zoe fue un impacto enorme.
“Parece que nunca se acaba, tuve una sensación de impotencia, tristeza, pero también de soledad y hastío que se nos impone. La última vez que compartimos mucho tiempo habíamos estado en una situación que a Zoe le daba mucho placer. Fue hace menos de un año que festejamos el Día de Acción de Gracias porque estaba mi novio que es norteamericano. Teníamos una excusa así que hicimos una cena y estaba Zoe. A ella le encantaba eso, hacer un asado, empanadas, fideos, juntarse. Ahora me preguntaba preguntaba por qué no tengo o no elijo tener más tiempo para esas acciones. Hace cuánto que no nos veíamos con calma, con tiempo, con tiempo de calidad”.
Zoe en la memoria colectiva
“Siempre me va a encantar hablar de Zoe”, dice Michelle sonriente, pero con una profunda tristeza. “Espero que la gente sepa más que nada que ella siempre fue una gran persona, humana y solidaria. Gracias a ella es que este lugar está vivo, que nosotras estamos vivas acá. En su despedida le dije ‘hasta pronto’ y nada más. No le dije chau. Sé que, en algún plano, en algún momento nos cruzaremos, nos reencontraremos, renaceremos. No lo sé. Pero me va a encantar volver a tener una persona como Zoe de nuevo en mi vida”.
Entre todo lo que hay para decir de Zoe, Marlene también resalta su esencia de construcción comunitaria. “Es importante como comunidad darle trascendencia a todos los roles que podemos ocupar a lo largo de nuestra vida y por momentos de nuestra vida. Porque si no es un dolor que nos lleva al vacío y la posibilidad de aprender a partir de atravesar el dolor es lo único positivo que tenemos”, expresa Marlene.
“Es claro pensar en ella en la organización de lo material. En ir a hacer las compras con la lista de todo lo que se necesita para hacer las empanadas y teniendo distribuidas esas tareas: se necesita picar, hervir, armar las empanadas y preparar la mesa. Creo que Zoe es una mesa tendida para que todas nos sentemos a disfrutar. Resguardar la memoria a cada una de nuestras amigas, que pasan y que han venido en ese paso por nuestras vidas a impactar de una manera particular. Esa manera particular creo que hay que poderla atesorar y guardar en una memoria que sea colectiva”.
Fuente: Agencia Presentes.