La CNEA presentó el proyecto ConfinAR Geo, para comenzar a debatir sobre cómo y dónde realizar la disposición final de combustibles gastados de las centrales nucleares de la Argentina. Se trata de las primeras reuniones con especialistas para encarar el proyecto de construir un almacenamiento final de residuos radioactivos de forma segura y sin necesidad de mantenimiento.
Tras terminar su vida útil, los combustibles gastados que se utilizan para la generación de energía nuclear suelen ser almacenados en piletas con agua, con el objetivo de mantener baja su temperatura y aislar al ambiente de radiación. Pocos años luego de este proceso se pueden almacenar en recipientes de hormigón, pero el mayor problema es que algunos componentes de estos combustibles gastados pueden seguir emitiendo radiación por decenas de miles de años. Por esta razón es que en todo el mundo se evalúan alternativas para hacer una disposición final que pueda garantizar que estos residuos no sean liberados al ambiente en muchísimos años sin necesidad de ser vigilados. Una de las soluciones técnicas que genera más consenso es la de almacenarlos en depósitos a más de 500 metros de profundidad, en zonas de piedra granítica adonde no haya filtración de agua.
En la Argentina, donde hay reactores nucleares en funcionamiento desde la puesta en marcha del RA-1 en 1958, los combustibles gastados se han ido almacenando en piletas de agua dentro del complejo Atucha, en Lima, en el Centro Atómico Ezeiza, y en la Central de Embalse, en Córdoba, donde después de seis años se trasladan a un almacenamiento en seco en silos de hormigón. En el Centro Atómico Atucha, desde este año los combustibles gastados se empezaron a trasladar a los silos del nuevo edificio de Almacenamiento en Seco de Elementros Combustibles Quemados de la Central Atucha 1 (ASECQ-1), en ese mismo predio.
A partir de esta problemática, El 2 de diciembre pasado el Programa Nacional de Gestión de Residuos Radioactivos de la CNEA, dirigido por Rodolfo Kemp, hizo la presentación del proyecto ConfinAR Geo, bajo el título de “Primeros diálogos sobre disposición de residuos radioactivos y combustibles gastados en la Argentina”. Se trata de las primeras reuniones con especialistas para encarar el proyecto de construir un almacenamiento geológico para una disposición en forma permanente de los residuos nucleares de forma segura y sin necesidad de mantenimiento. La mayor complejidad de este tipo de proyectos es conseguir la licencia social de las comunidades locales para ubicarlo.
Los combustibles gastados que se utilizan para la generación de energía nuclear suelen ser almacenados en piletas con agua, con el objetivo de mantener baja su temperatura y aislar al ambiente de radiación. Pocos años luego de este proceso se pueden almacenar en recipientes de hormigón, pero esa solución tampoco es definitiva.
Se espera que la iniciativa tenga una etapa de discusión interna dentro del ámbito nuclear hasta 2024, luego una etapa de evaluación de sitios –que puede durar de 5 a 10 años–, una etapa de caracterización de sitios –que puede tomar de 15 a 20 años–, una etapa de construcción de las instalaciones –de 10 a 20 años–, y una etapa de operación, de 120 años. La etapa final, de clausura, podría durar entre 30 a 50 años. Al ser un proyecto de muy largo aliento, debe ser tan flexible como sea posible para adaptarse a los cambios y al desarrollo tecnológico que vayan a darse en los próximos 200 años.
Es la cuarta vez que la Argentina inicia los trabajos para realizar una instalación de disposición final. La primera fue en 1984, con el estudio de “Factibilidad y anteproyecto de ingeniería para un repositorio de residuos radioactivos de alta actividad”. En 1998, se promulgó la Ley 25018, que creó el Programa Nacional de Gestión de Residuos Radioactivos (PNGRR) y que le otorga la responsabilidad de todos los residuos nucleares a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Dado que en la Argentina está prohibida constitucionalmente la importación de residuos radioactivos o peligrosos, solo se refiere a los generados localmente.
Finlandia es uno de los países con proyectos más avanzados en cuanto a disposición final de residuos nucleares con el repositorio Onkalo, que debería comenzar a operar el año próximo. Canadá y Francia atraviesan la etapa de selección de sitios y formaron parte del encuentro de la CNEA para hablar sobre sus experiencias.
Los encuentros están financiados por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en el marco del convenio “Construyendo capacidades para selección y caracterización de sitios para la instalación potencial de almacenamiento geológico de residuos nucleares y combustibles gastados”.
Karina Lange, especialista en residuos radioactivos del OIEA, afirmó que “en todo el mundo hay 183.500 toneladas de residuos nucleares almacenados en piletas y 80.000 toneladas en instalaciones de concreto, y se avanza en la creación de depósitos definitivos geológicos a más de 500 metros de profundidad. Es difícil conseguir la licencia social para su instalación porque se los ve como basureros nucleares”.
En Canadá, donde el 15% de la energía eléctrica se produce con fuentes nucleares, en el año 2002 se creó la Organización de Gestión de Residuos Nucleares (NWMO) como una institución sin fines de lucro financiada por quienes producen residuos nucleares para buscar una solución técnica y socialmente aceptable. En un primer momento se hizo una búsqueda de sitios candidatos para la instalación de un repositorio y hubo 21 comunidades que se ofrecieron. A lo largo de 10 años de selección quedaron solo dos, ya que se descartó al resto porque no estaban las condiciones geológicas apropiadas o porque se consideró que no sería posible conseguir la licencia social.
Un repositorio como el que se planea en Canadá podría funcionar durante 120 años y su construcción costaría 4000 millones de dólares, con un costo total del proyecto de 20.000 millones de dólares. Otra complejidad del proyecto es que Ontario, la provincia adonde pertenecen las dos comunidades candidatas, es territorio indígena, por lo que necesitan contar con la aprobación de sus consejos.
“Aunque lo ideal sería una roca granítica, en otros países estudian hacer las instalaciones bajo mantos de arcilla o hasta roca caliza”, dijo Altinier, en la foto junto con investigador de la CNEA Aníbal Blanco, otro de los expositores del encuentro.
En Francia, la jefa del Departamento de Comunicación y Diálogo con la Sociedad de la Agencia Nacional para la Gestión de Residuos Radioactivos (ANDRA), Annabelle Quenet, explicó que una exigencia desde las comunidades dispuestas a recibir los repositorios es que la disposición pueda ser reversible por lo menos por 100 años, es decir, que se si se decide que los residuos sean sacados de allí y llevados a otro lado esto resulte técnicamente posible. “Lleva mucho tiempo construir las relaciones de confianza con las comunidades y así y todo es muy frágil. Hay que ser flexibles para adaptarse a sus necesidades”, dijo.
Durante el encuentro, desde el público surgió la pregunta sobre si OIEA aprueba el tránsito internacional de residuos nucleares para instalar almacenamientos geológicos extraterritoriales. La respuesta de Lange fue que “OIEA no emite opinión sobre eso pero hay países como Croacia y Eslovenia que están pensando en compartir su repositorio y el organismo no se opone”.
Otra de las preguntas fue sobre si las instalaciones de la mina de Sierra Grande (Río Negro), que ya tiene decenas de kilómetros construidos y está en una zona geológicamente estable y de roca dura, no serían las ideales para la instalación del repositorio. Victoria Altinier, responsable por CNEA del proyecto de cooperación técnica con OIEA, respondió que “lo más importante es conseguir la licencia social y una vez que se tiene eso se pueden conseguir las soluciones técnicas para cualquier lugar. Aunque lo ideal sería una roca granítica, en otros países estudian hacer las instalaciones bajo mantos de arcilla o hasta roca caliza”. Lucrecia Gringauz, responsable de Comunicación del PNGRR, agregó que el proyecto obedece a una responsabilidad ética intergeneracional. “Si somos quienes usufructuamos los beneficios tenemos que hacernos cargo de los costos”, sostuvo.
Por Matías Alonso
Fuente: Agencia TSS