En un caso de Cipolletti, un cliente consiguió una indemnización luego de descubrir que había pagado una póliza no solicitada durante más de un año. Cuando reclamó, la aseguradora invocó una supuesta contratación telefónica pero la sentencia ratificó que se debe conservar una grabación o registro informático.
El fallo de primera instancia basó su resolución en el Reglamento General de la Actividad Aseguradora. En esa normativa se admiten las contrataciones telefónicas pero se establece que la empresa deberá conservar una grabación de la venta telefónica o bien el registro informático de la transacción, según corresponda, donde conste el consentimiento expreso de la contratación del Tomador/Asegurado. Esa situación no fue acreditada en el caso de Cipolletti y por eso el cliente consiguió una respuesta favorable a su planteo.
El hombre advirtió en el resumen de su tarjeta de crédito que tenía débitos por seguros no contratados. Ante esa situación revisó todos los movimientos bancarios y descubrió que le habían cobrado pólizas por el periodo de un año y cinco meses.
Entonces formuló el reclamo al Banco Itaú pero allí lo derivaron con Visa. En la tarjeta le informaron que ellos únicamente reciben instrucciones del comercio adherido, en este caso Metlife Seguros S.A.
El damnificado se comunicó insistentemente con la compañía pero no le brindaron ninguna información sobre el origen de los débitos, y solo después de varios llamados logró el cese del cobro. Sin embargo, adujo que jamás le ofrecieron la devolución de lo percibido sin causa.
La primera sentencia condenó a Metlife Seguros a devolver el dinero con los intereses por el seguro no contratado. Pero también impuso el pago de una indemnización por daño moral y una multa civil. Se consideró en esa instancia la conducta “descalificable” de la empresa.
En la apelación, el tribunal que revisó el fallo confirmó las circunstancias del caso pero incrementó la multa civil en casi diez veces. Tuvo en cuenta los altos índices inflacionarios que registra la economía del país y los fines disuasivos que persigue el instituto del daño punitivo.